A pesar de que fue desplegado un dispositivo de seguridad con la participación de 1.600 funcionarios de los diversos cuerpos de seguridad, no hubo quien le diera un freno a la violencia. Este fin de semana fueron asesinadas 14 personas, doce de los crímenes fueron cometidos en el municipio Iribarren y dos en Torres, entidades en donde iban a estar instalados los uniformados.
Entre los últimos homicidios se encuentran dos hombres que se ganaban la vida como taxistas, pero en el momento de ser ultimados no se encontraban laborando.
Al norte de la ciudad
Erick Javier Ollarvez Vásquez (19) fue asesinado de múltiples balazos cuando se encontraba en la calle Alí Primera del sector 1 de Las Casitas, al norte de la ciudad. El hecho ocurrió a las 9 de la noche del domingo. El muchacho se encontraba en compañía de dos primos y apareció un grupo de sujetos en un vehículo desde donde descendió un hombre y le disparó al joven.
Ollarvez Vásquez fue llevado hasta el ambulatorio de Tamaca, pero falleció. Residía en la calle 7 avenida 2 de Las Casitas.
Se conoció que el joven trabajaba como obrero en una compañía y al quedarse sin trabajo hacía dos semanas que comenzó a trabajar como rapidito cubriendo la ruta del norte. Familiares indicaron que era una persona trabajadora y tranquila, sin embargo los efectivos del Cicpc creen que se trata de una venganza.
Lo confundieron
Giovanny Fernando Mosquera Sierralta fue baleado a las 8:30 de la noche delante de su hija de 7 años, en las afueras de su casa en la carrera 5 con calle 11 del barrio La Cruz. El hombre fue llevado al Hospital Central Antonio María Pineda, en donde fue intervenido quirúrgicamente tras presentar dos disparos en la cabeza y uno en el pecho. La víctima de 36 años, no soportó y a las 7:15 de la mañana de ayer falleció.
Funcionarios del Eje Contra Homicidios del Cicpc se trasladaron hasta el lugar de los hechos para comenzar las investigaciones del caso. En el lugar aún reposaban las evidencias de lo sucedido: fue colectada una concha de pistola, así mismo fue fijado el charco de sangre que quedó en un murito de la acera.
Según relató un sobrino de Mosquera Sierralta, él se encontraba en casa de su vecino que había una fiesta, salió a su casa e iba en compañía de su bebé de 7 años a comprar un arroz chino. En ese momento se acercaron dos jóvenes que venían caminando por toda la carrera 5, uno era de contextura delgada, medía aproximadamente 1, 65 metros, de tez blanca. Su acompañante, un joven de tez morena, pelo corto y bajo de estatura. Ese era el sujeto que andaba armado y sin mediar palabras alguna sacó la pistola y la accionó en tres oportunidades.
Mosquera Sierralta se desplomó en el piso. La niña de 7 años que estaba a un lado de su padre comenzó a correr a la esquina y gritaba que a su padre lo habían matado. Mientras su sobrino cuenta que al escuchar el primer impacto pensó que eran traqui traqui, pero al escuchar los otros dos y un grito se inquietó y al abrir la puerta estaba su tío tirado en el lugar. De inmediato lo levantaron y auxiliaron.
Habitantes de la zona manifiestan que el lugar es bastante oscuro; algunas personas relataron que los asesinos se fueron a pie por donde llegaron y esa calle comunica a la comunidad Juan Sánchez. Creen que a Mosquera Sierralta, quien era llamado por muchos de cariño como “El Caliche”, fue confundido pues no tenía enemigos y se trataba de una persona bastante trabajadora.
La víctima fatal hacía tres años que trabajaba para la compañía Pepsi Cola como ayudante de los distribuidores, pero hacía dos meses que había comenzado a trabajar también de rapidito para la línea de Unión. Era el séptimo de nueve hermanos y aparte de su niña de 7 años, deja a una esposa con 8 meses de gestación.
Los seres queridos, en medio del dolor, indicaron que la justicia la dejaban en manos de Dios, porque ya no se podía esperar nada de los cuerpos de seguridad, que ni siquiera hacen rondas de patrullajes por las barriadas.
Fotos: Elías Rodríguez