Respuesta a un lector.
Muchos de los que escribimos nos inclinamos más hacia los temas de la vida en general. No nos cansamos de ver ni de aprender, como tampoco de pensar la vida, analizarla, insistir sobre ella y llevarla a nuestro cuaderno de apuntes, cada vez que surja un motivo para hacerlo.
En el hombre sus preguntas cesarán solo cuando ya no necesite hacerlas. A cada paso uno encuentra más respuestas que preguntas. El don del pensamiento es lo más precioso que tenemos. Inmenso benefactor es Dios, tanto que se sirve a veces de un arco iris, del trino de un ave, de la garganta de un cantor o de un gusano para transmitirnos su soberana grandeza. Es flaco el pensamiento para medir su inconcebible grandeza.
Lápiz, cuaderno, un libro, voluntad y observar, son parte del equipaje que me lleva y me trae por rumbos lejanos y por estas calles. Todo esto me compensa de saber tan poco.
Leer un libro es disponerse a vivir una aventura. Cuando leo los sabios siento al hacerlo un gran embeleso. Ellos filosofaban con las más hermosas palabras. De ellos uno aprende que los grandes pueblos nacieron en torno a las cenizas de sus muertos. Ejemplos se pueden encontrar en la historia de Egipto, de Grecia y de Roma. Estos pueblos se fueron formando en la religión de sus difuntos, porque los muertos no mueren por completo, largo tiempo quedan flotando entre nosotros, dejándonos la llena aljaba de sus experiencias y virtudes.
Sócrates tenía un poco de todos nosotros. De él como de otros sabios seguimos consultando y aprendiendo después de más de veinticinco siglos, empapándonos de sus acordes y sus lecciones, grandes armonizadores del espíritu.
La cultura se la debemos a los primeros pensadores griegos y a la época del Renacimiento, lo que forzosamente nos lleva cada vez, a un volver a nacer de Grecia, bebiendo en la energía perenne de sus ruinas. Ellos fueron mejor escuela que la más fuerte del modernismo actual.
Goethe pensaba que los genios vivían la adolescencia varias veces, mientras que otros eran jóvenes solo una vez, porque a pesar de los beneficios de vida en el fondo del alma del ser humano, se afincan más fuerte en él antes que las satisfacciones, los goces y alegrías, sus fatigas y faenas.
Hemos aprendido que a pesar de sus errores, cuando el hombre se vale de sus sentidos íntegros, es el aparato físico más relevante y preciso que pueda existir sobre la tierra.
Nunca es tarde para aprender y llegar a ser escuela. Sesenta años se llevó Goethe para escribir su famoso “Fausto”. Hizo camino al plasmar su propia vida sobre sus páginas, también allí encontramos el gran valor que tiene la fe, el desarrollo de la ciencia y del pensamiento científico que lo condujo a adquirir una creciente capacidad y confianza en sí mismo y en su iniciativa de volcar en esta historia, la vida del hombre dedicada a la búsqueda de la felicidad llevado de la mano de Dios o del demonio.
Maestros y libros son la gran evidencia de que la mente no debe cesar de leer, aprovechar la frescura del momento pleno, porque las ideas en vigor, son intemporales y la intemporalidad sola coincide con la eternidad en ser invulnerable al diente del tiempo roedor.
“Hallemos en el apoyo mutuo luchando siempre por mejorarnos y seguir imparables en la creación de lo nuestro, porque aún no se ha dicho la última palabra del avance, del aporte, del aprendizaje y del saber, aunque se corra el riesgo de que buscando la verdad de uno mismo hallemos la de todos los demás” (Arturo Uslar Pietri)
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