Confieso. Hasta hace aproximadamente cinco años no tenía ni idea de lo que significaba este término. La verdad, la primera vez que escuche de su significado fue a través de una conferencia dictada por el licenciado Javier Euclides Páez en la urbanización La Concordia. A partir de allí lo he estudiado, por cuanto puede ser de gran utilidad en nuestras vidas, sobre todo, ante la crisis que de manera abrupta ha caído sobre los venezolanos.
Los sicólogos explican que resiliencia viene del latín resilio, «volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar». El término se adaptó al uso en psicología y otras ciencias sociales para referirse a las personas que a pesar de sufrir situaciones estresantes no son afectadas psicológicamente por ellas. Es decir, se define como la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas.
Emmy Werner, psicóloga estadounidense, quien recibió su Ph D. de la Universidad de Nebraska y actualmente es profesora emérito en el Departamento de Desarrollo Humano y Comunitario de la Universidad de California en Davis, en un resumen extremo, se refiere a tres usos generales del término resiliencia:
1.- Buen desarrollo a pesar de alto riesgo social.
2.- Mantención de las competencias pese al estrés continúo.
3.- Recuperación después del trauma. Ojo, cualquier adaptación a la vida del venezolano hoy día no es coincidencia. Estos breves comentarios solo buscan motivar a alguien que lo necesite, a hacer una consulta que le ayude.
Pero, vamos a dejar claro, a pesar de nuestra condición intelectual y universitaria, nuestra vida está atada al Evangelio de Salvación de nuestro Señor Jesucristo. Mas sin embargo, de ninguna manera somos resistentes a la ayuda profesional de expertos que han estudiado estos temas conductuales. Estamos convencidos que Dios es el dador de los talentos.
Ciertamente conocer acerca de esta disciplina ayuda, pero no me cabe la menor duda que el inspirador divino es el verdadero padre de la Resiliencia. Voy a referirme someramente solo a un caso que seguramente, hasta los ateos conocen muy bien. El de Job. Este hombre estaba evaluado como el más rico de su época, con una hermosa familia y muchas, muchas propiedades materiales Y era cristiano de verdad. Un verdadero fiel a la Palabra de Dios. No falso, hipócrita, mentiroso y “pantallero” con verbo elocuente y Biblia bajo el brazo como abundan hoy día. Por ello, el Diablo se lo pidió a Dios para probarle, creyendo que negaría a su Creador, pero se equivocó. Job se mantuvo firme, confiado, tranquilo, sabía que tenía un Dios que de alguna manera le compensaría en el futuro. Por ello, ante la tragedia y hasta la horrible enfermedad que sufrió en su cuerpo, afirmó “Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios”. Job 19:25,26. Y así sucedió 500 años mas tarde. Dígame Ud. amigo lector ¿qué prueba más clara de resiliencia que pesta?
La horrible persecución romana contra el cristianismo cuenta, como los rostros alegres, llenos de paz, y los cantos que los fieles a Jesús entonaban al ir al cadalso, la hoguera o a la bocas de los leones, ganaba más adeptos al cristianismo que nada. Su optimismo, su confianza y su fe en DIOS. Su capacidad para adaptarse a la trágica situación que les rodeaba no tiene parangón en la historia de este mundo. ¡Eso, es resiliencia divina! ¡Hasta el martes Dios mediante! Próximo artículo: “Día internacional de los bosques”.