Siempre amanece
“Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Desmond Tutu
Aquellos que han elegido representar al pueblo, lo hacen para encauzar la voz de los ciudadanos en los procesos decisorios del Estado.
El gobierno debe hacerlo a través de la legitimidad conferida por el pueblo. Es una vocación de servicio, un servicio público, para el bien común. No es un negocio donde las personas busquen beneficios particulares o el poder omnímodo.
La ética política conmina a ser coherentes con las palabras y las acciones.
Cuando los gobiernos y los políticos no cumplen con estas normas, los ciudadanos se frustran con sus líderes y, al perder la confianza con sus representantes electos, generalmente, hacen que sus voces se escuchen, más aún, cuando se trata de la pérdida del propósito moral y ético de la política; de la defensa del bien mayor y el bien colectivo.
El fracaso de un sistema político y la ruptura gubernamental se evidencia cuando se acentúan negativamente, las condiciones económicas, sociales y humanitarias de un país, haciendo aumentar la inflación de manera incontrolable y desmesurada; cuando, insistentemente, disminuye el Producto Interno Bruto (PIB); cuando aumenta la deuda externa comprometiendo los ingresos de manera alarmante; cuando la tasa de desempleo crece constante y continuamente; cuando el poder adquisitivo real del ciudadano común no alcanza para adquirir los bienes más elementales, incluyendo una alimentación sana; cuando la moneda pierde su valor y las empresas (nacionales e internacionales) se ven obligadas a cerrar sus operaciones; cuando la población enfrenta una escasez de alimentos y medicinas, sin precedente conocido desde la creación de la República; cuando la inseguridad campea en las calles, presuntamente, amparada por la impunidad; cuando la corrupción, la pobreza y la violencia hacen recordar aquellas plagas que, como las langostas o las ratas, acababan con los sembradíos y todo cuanto conseguían a su paso y, pare usted de contar.
Estos problemas no lo ocasionan fuerzas externas, es el resultado, o efecto, de acciones emprendidas e implementadas de manera insistente, sin oír la conseja de avezados profesionales que han advertido las consecuencias de la implementación de sistemas gubernamentales desfasados y fracasados en todas las regiones del mundo donde se ha pretendido imponer. Y… es la población quien sufre las consecuencias
Cuenta la leyenda que: Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iósif Stalin (Hecho de Acero), para demostrar su ejercicio del poder, “mando a buscar a una gallina, a la cual, cruelmente, le arrancó todas las plumas ocasionándole intensos dolores, luego tomó un puñado de trigo y se lo fue echando a la gallina desplumada a medida que caminaba y… la gallina le seguía, comiendo aquella limosna de trigo.” Se cuenta que su máxima era: “Quien es dueño de las llaves de tu estómago es dueño de las llaves de tu corazón.”
Decía el Libertador Simón Bolívar: “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.”
No parece lógico que quienes se asignan el poder de imponer las normas y leyes, adjudicándose el título de: Marxistas Bolivarianos, a sabiendas que Carlos Marx fue el hombre que más ha difamado al Padre de la Patria, lleven al pueblo a la pobreza extrema, al desabastecimiento y creen un cúmulo de necesidades en uno de los países más ricos del globo terráqueo.
Es necesario rectificar.
