Cuando en muchos países y por diferentes circunstancias la vida se convirtió en un calvario de penurias para sus habitantes Venezuela fue el refugio de sus sueños y acá vinieron para ser ciudadanos de primera, porque los hicimos venezolanos en nuestras mesas y en nuestros corazones.
Llegaron por barco, por aire, por tierra, allende el mar, también de cerca por unas fronteras abiertas a la confraternidad y al reencuentro solidario fundamentado en una misma historia, un mismo mestizaje y una misma cultura.
De todas partes y de todas las razas entraron a nuestro mapa de amplias oportunidades, aquí llegaron y aquí se quedaron como venezolanos de trabajo y compromiso profundo e irrenunciable. Con su trabajo formaron familias, con su trabajo auxiliaron a parientes que quedaron en sus tierras de origen y que lograron superar dificultades gracias a la fecundidad de los aportes enviados desde Venezuela.
Hoy todos estos venezolanos venidos de otras partes forman parte indisoluble de nuestra nacionalidad. Han construido empresas, han levantado edificios y carreteras, han conformado asociaciones donde sus orígenes culturales se han puesto al servicio de nuestra tierra. Todos juntos, en amplio espectro de apellidos europeos, asiáticos, africanos y americanos nos hemos convertido en referencia mundial de hospitalidad y casa ecuménica para los emprendimientos del alma.
Pero hoy Venezuela se encuentra gravemente enferma. Sus hijos, los hijos de quienes estuvieron acá desde el principio, los hijos de quienes llegaron y son venezolanos por igual, han emigrado a millones a los países de donde antes vinieron los inmigrantes de otros lares, porque acá pasan hambre, no tienen medicinas, son víctimas de la inseguridad, del desamparo y de una mengua circular que cual reptil voraz se enrosca con furia salvaje sobre un pueblo construido con el amor y el trabajo de gente de todas partes del planeta.
Hoy estamos nuevamente en el doloroso proceso de salvar vidas y para hacerlo necesitamos el milagro de la unidad, de lograr un consenso plural que incluya a rescatistas de adentro y de fuera de nuestro territorio, por ello es imperativo para el éxito de este objetivo el auxilio de todas las personas del mundo civilizado, amigos de nuestro país que están en todas partes y quieren a Venezuela por sentirla como una casa universal, donde siempre serán bien recibidos.
Protagonistas milagrosos de este renacer son El Tocuyo y Carora, ciudades de Lara que son Alfa y Omega de los Andes y lugares desde donde partían y regresaban expediciones interminables por montañas y senderos ignotos.
Con este espíritu de pioneros los Hijos de Moran y los Hijos de Carora se han transformado en una máquina maravillosa de trabajo solidario que tiene como misión principal el salvar vidas y por ello iniciaron su tarea filantrópica a favor de su ciudad con el rescate de sus hospitales.
Pero apenas están iniciando su marcha triunfal hacia las transformaciones positivas. Apenas están iniciando este nuevo proceso de regeneración operativa para disfrutar la victoria de prestar un servicio de salud completo a todos los tocuyanos y caroreños. En este momento necesitan de nuestra mano amiga, acudamos en su ayuda.