Luego de la excelente jornada cívica, democrática y ciudadana del 16 de julio había quienes pensaban que el trabajo político estaba hecho hasta que se enteraron de los resultados. A partir de ahí no todo ha sido color de rosa. Cada quien se creyó el cuento de los libros de autoayuda de que todos somos líderes de la lucha que se vive, muy válido si se trata de la vida pero inadecuado en los asuntos políticos; surgieron los que alentaron actitudes anárquicas y los que exigían la degollina del liderazgo porque hacían lo que ellos creían y no lo que las masas querían, muy similar a la jauría que es perseguida por el zorro y no a la inversa.
Sabemos que a muchos les llegó el momento de dirigir como al niño que está en una piñata y recoge los caramelos porque le cayeron cerca o porque se les escaparon entre las piernas a los demás, son los que repiten lugares comunes aprendidos en el manual de Política para Dummies o fueron colocados por algunos dinosaurios para manipularlos y también están los que creen que la coerción es el mecanismo para demostrar el liderazgo y desprecian la convicción, lo cual nos asemeja a lo que tanto criticamos porque ¿qué diferencia hay entre los métodos de los colectivos en el 23 de Enero y los de cualquier otro grupo en otra zona de Caracas? Si bien los intereses pueden ser distintos, debemos recordar que en política los extremos se unen.
La anarquía nos devorará
Cuando el diputado Freddy Guevara asumió la vocería para hablar de los resultados, nombró un par de cosas que, en el actual léxico político venezolano, son peores que una mentada de madre: la palabra negociación y ofrecer una salida honorable, lo cual fue el detonante para que gritasen: ¡Traición! los comecandela de siempre, los que saben cómo salir del régimen pero lo guardan in pectore, los que dan tuitazos destemplados porque no hicieron con los resultados de la consulta popular lo que ellos decían que se hiciera y los que antes siguieron obnubilados a un melindroso paracaidista y ahora están chinguitos porque un piloto les haga ojitos.
Asumir la dirección en política es hacer lo que se debe, cuando se deba. Que unos avezados ciudadanos con aspiraciones políticas aleguen en su defensa que votaron y llamaron a votar engañados, bien porque su comprensión lectora no les permitió entender lo planteado o porque salir con esas bravuconas les genera algún rédito político, es tan peligroso como caer en las redes de una entelequia que se autodenomina “La resistencia”, que emite comunicados, que nadie sabe quién la dirige ni coordina y que es muy distinta al grupo de jóvenes, valientes y voluntariosos, que le pusieron el pecho (literalmente) a la protesta, que han sido asesinados y que sin ninguna experiencia ni articulación confrontaron a los esbirros uniformados.
Sobre el puente de plata ocurrió lo previsible: Nicolás Maduro lo rechazó porque la soberbia no le dejan ver la realidad, por la mala lectura del momento o porque Diosdado Cabello y los radicales lo tienen agarrado por las criadillas. En cuanto a la negociación creo que debe darse. Hay que negociar con el régimen los términos de su salida del poder, hay que negociar en qué vuelo se van a embarcar, qué día y a cuál hora, pero para que eso sea efectivo debemos coordinar y actuar de manera orquestada, masiva y contundente, porque si no la anarquía nos devorará y puede ser peor el remedio que la enfermedad.
Llueve… pero escampa