La cultura del bachaqueo

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Aún en el venezolano predomina el pensamiento consumista, lo individual sobre lo colectivo. Lamentablemente muchas políticas de gobierno que pretenden reivindicar y dar respuesta a los pobres a través de la vivienda, la casa bien equipada, mayores ingresos, al final, sino van acompañadas de un proceso socializador de integración a través de los consejos comunales y las comunas, pero fundamentalmente de formación política, no superamos la visión reformista que solo busca reivindicar y elevar las condiciones de vida.

No es posible hablar de revolución si no se logra la transformación de la cultura. Desde el nivel central podrán producirse cambios en la legislación y hasta transformaciones estructurales del sistema económico y político, pero si no se transforma al Hombre nada se habrá hecho. Sin la menor duda lo más difícil para un proyecto humanístico o socialista es lograr cambios significativos en la vida cotidiana: se puede decretar cambios e intentar diseñar un modelo de economía solidaria, enfrentar los latifundios y el poder de los grandes grupos económicos, defender la soberanía nacional, dar mayor participación y protagonismo político, pero si en el día a día, en nuestra práctica cotidiana, no transformamos nuestros valores, si aún en nuestras mentes y comportamientos sigue latente las pautas de consumo, los vicios, los valores de egoísmo, competencia desleal, nada se habrá hecho, será una revolución de pies de barro.

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Es necesario romper o descontruír el pensamiento consumista capitalista que producto de la alienación ha sido internalizado en cada uno de nosotros. A pesar de que estemos formados y pregonemos un discurso socialista, en la práctica diaria muchos de nosotros reproducimos la mentalidad capitalista: no solamente los vicios como los juegos, el alcohol, la lotería, la droga, sino el egoísmo, el machismo, el irrespeto a los demás, la intolerancia. Si esto no cambia nada habremos hecho. Seguiremos viendo y escuchando a viciosos dando discursos de moral, machistas pregonando la libertad y la igualdad de la mujer, socialistas que solo añoran el tipo de vida burgués y los modos de vida del exterior. Como hemos dicho, de esta transformación depende la revolución venezolana. Sería populista pretender ser indiferente ante la realidad de los múltiples vicios que tenemos los venezolanos y responder: “es que el venezolano es así”,” nos gusta el bochinche”.

El socialismo no es igualitarismo infantil, existen condiciones y necesidades distintas: mujer y hombre, trabajo manual e intelectual, experiencias, formación académica. Ni tampoco un igualitarismo hacia abajo, un igualitarismo religioso, donde todos seamos pobres y la pobreza sea un elogio, en vez de una deformación y desgracia a la que hay que eliminar. El socialismo no es populismo, no es simplemente colocar precios más económicos y distribuir bienes. El socialismo parte por valorar el trabajo como condición orgánica del ser humano, no es dádiva ni asistencialismo, no hay socialismo donde no hay auto sostenimiento, las comunas deben auto sostenerse.

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