Actualmente en la Galería Municipal “Maestro José Requena” ubicada en la planta baja del Palacio Municipal se presenta la 3ª edición del Salón de Fotografía que lleva mi nombre y que en esta ocasión rinde homenaje a Alirio José Sigala Venegas (Barquisimeto 1940-1995), primer creador en ser honrado con el Premio Nacional de Fotografía.
La obra de este artista, fallecido tempranamente en su ciudad natal, es una de las más diversas y completas de la fotografía en Venezuela. Realizó más de trescientos mil negativos de muy diversos formatos, desde sus inicios a comienzos de 1960 hasta 1990, puesto que su tiempo es de la fotografía analógica. Su trabajo recrea ambientes urbanos, arquitectura, personajes de la cultura y las ciencias; de la política, del cine, teatro y televisión. Obras de arte, prácticas tradicionales, fiestas populares, el devocionario mariano y espacios públicos de pueblos y ciudades donde transitó, vivió y se nutrió.
Su obra fotográfica tiene un alto contenido teatral, puesto que emplazaba a los sujetos y objetos a la manera de una puesta en escena. Todo lo convertía en un escenario encuadrado para la ventana de su ojo: “Una de las cosas que tengo que hacer es acomodar las casas para que sean escenarios. Siempre estoy creando escenografías, y siempre me sorprenden las situaciones que surgen de los espacios que hago”. Nada que ver con la ligereza de llamarlo “mirón”, como lo califica el catálogo que acompaña la muestra de nóveles creadores en su homenaje. En tres libros publicados sobre su quehacer, abundan análisis de connotados escritores nacionales del cual pudiesen haber extraído algún texto que de forma certera analiza su obra y su importancia en el quehacer fotográfico venezolano.
En 1964, realizó su primera exposición “Fotografías de José Sigala” en el Museo de Bellas Artes de Caracas con 66 fotografías de Londres, Filadelfia, Cabudare, Barquisimeto y Curarigua. Ese año realiza un extenso reportaje sobre el Show de Renny Ottolina: “Yo estuve un mes retratando al Renny que nadie veía”.
Recién había llegado de Estados Unidos donde estudió esmalte y joyería con Olef Sccodfon y luego fotografía con Murry Weiss y Sol Libsohn.
A partir de 1965 colabora con revistas como Diners, Kena, Bohemia y Zona Franca. Promueve exposiciones de Eugène Atget y George Krause en el Museo de Bellas Artes, dirigido para entonces por Miguel Arroyo. En la década de 1970 trabaja en Séptimo Día suplemento de El Nacional y en su revista Pandora: “Mis trabajos siempre levantaron ronchas. Mis fotos: la Cámpoli en evidencia, retratos de familias adineradas utilizadas por periódicos de izquierda para sus propuestas idealistas, o hermosas mujeres del jet set desnudadas en toda su frivolidad, producen un escándalo que yo no busco”. Imparte clases en el Instituto de Diseño de la Fundación Neumann y en el CONAC, de esta experiencia confiesa “No se puede enseñar fotografía porque no es simplemente un problema de lentes, las tomas o la cámara. Es mucho más. Como la máquina de escribir: cualquiera puede saber manejarla, pero unos escriben cosas muy malas y otros excelentes, depende de quién las use. La música, el sentido del oído, del gusto, todas esas cosas participan en el logro de una buena imagen”.
En 1977 realiza su segunda exposición individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas constante de 30 fotografías de gran formato. Organiza exposiciones, participa en muestras colectivas y viaja a encuentros internacionales. En 1980 adquiere una casa colonial en Petare que será su estudio y escenario de muchos de sus retratos.
En 1985 realiza un grupo de fotografías sobre cerámica aborigen del estado Lara que ilustrarían el libro Wachakaresai. Organiza una exposición itinerante: “La fotografía como noticia” con reporteros gráficos del diario El Informador a los que adiestra: “Hay que enseñar a los fotógrafos que peleen por su trabajo. Yo soy el que más ha aprendido, era un reto, una experiencia y lo pude hacer. Es una situación quijotesca, pero me gustaría probar que podemos cambiar el mundo a través de un periódico”. También expone la obra de Elio Otaiza en el Museo Alejandro Otero.
En 1988 fallece su padre; regresa a Barquisimeto y vive en la hacienda familiar Santa Rita de Cabudare. En 1990 un jurado compuesto por Josune Dorronsoro, José Joaquín Castro, Sebastián Garrido, Thea Segall y Luigi Scotto le otorga el Premio Nacional de Fotografía, concedido por primera vez en nuestro país.
Al año siguiente organiza la muestra “Por real y medio” en el Centro Cultural Lea en la cual muestra su colección de fotografías y luego la exposición “Escogidos y rechazados” en el Ateneo de Barquisimeto con artistas y escultores rechazados en la 1ª Bienal Ciudad de Barquisimeto. El mismo Ateneo crearía la primera Bienal Internacional de Fotografía con su nombre que se realizaría luego de su muerte y apenas lograría una primera convocatoria.
Cortas líneas para recordar un excepcional personaje de la cultura nacional a quien Claudio Perna connotado artista se referiría en los siguientes términos: “Es y será el más destacado representante de imágenes de una época ya pasada y que generó consecuencias irreversibles”.