EDITORIAL: A una semana…

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El país es ahora, una pesada, famélica y sangrienta incógnita.

¿Qué más presión social, ciudadana, pacífica, constitucional, se puede ejercer?, es una pregunta que bulle en la mente de tantos. ¿Se logrará el objetivo?

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¿Cuánto más sacrificio, dolor, luto, debe ser padecido por la sociedad venezolana, hasta ver forzado al Gobierno a ponerle freno a sus desmanes, a su estrambótico transitar en reversa en los senderos de una historia marcada por el deshonor, la bajeza, la definitiva abolición de la moral oficial? O, quizá la pregunta verdadera sea: ¿Presenciaremos un cambio de gobierno? ¿18 años de oprobio no bastan?

Es que cuatro meses de protestas, con saldo de 97 muertes, apenas arrancan por parte del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, una alusión, aparte de bestialmente arbitraria, glacial, carente de brillo institucional; presagio, además, de que frente al ya incontenible, y muchas veces espontáneo reclamo popular de libertades y calidad de vida, el Estado seguirá respondiendo a través de los cuerpos de seguridad y sus “colectivos” mercenarios: tanquetas, gas, perdigones, detenciones indiscriminadas, torturas, ataques a urbanismos, uso desproporcionado de la fuerza, represión violadora de los derechos humanos en todos sus sentidos, capítulos y sañas. “Violencia fascista”, en esas dos palabras ha tenido Padrino la irreparable arrogancia de abreviar el malestar expresado en las calles de pueblos y ciudades. ¿Es que desconoce, acaso, Padrino que fascismo es, en esencia, una forma autoritaria y despótica de gobierno?

Estamos a una semana, exacta, del día marcado por el muy servil CNE para la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. A una semana, tan solo, del 30-J, fecha que solo una criminal irresponsabilidad puede sostener luego de que 7,6 millones de venezolanos la rechazaran en consulta popular organizada en semanas, sin recursos y escasa logística, bajo abiertas amenazas a pensionados y funcionarios públicos, y, encima, una humillante censura a los medios radioeléctricos. Asimismo, como para no irse en blanco en materia de violencia, dos muertes en un tiroteo desatado en Catia contra quienes hacían cola en una mesa de votación. ¿Fascismo dijo usted, general Padrino?

Y esa fecha del 30-J es mantenida luego de un paro cívico que, otra vez sometido al arrebato de los chantajes, fue asumido por la casi totalidad de gremios y sindicatos. Patronos, trabajadores, universidades, sociedad civil, todos de la mano en hora crucial, ante una causa que, se sabe bien, lleva implícita la salud de la República, el destino mismo de la nación. Porque lo que se pretende es asestarle la estocada mortal a la democracia, ya fea y deplorable ficción. Nada más eso.

Nicolás Maduro, fiel a su patética jerga, tras el rapto de sinceridad de compararse hace poco con Hussein, ¡válganos Dios!, dijo que no será ese “muchachito estúpido” que agrupó a “vagos” y “ya tiene su celda lista”, quien parará el país. “¿Con qué se sienta la cucaracha?”, se atrevió a filosofar. Porque ese honor, dijo, es exclusivo de él y su gente. Si dan un golpe, masculló, “ese día sí verán un paro absoluto y una huelga general”.

No. La patria ya está paralizada, entumecida, física y espiritualmente. Venezuela perdió en una década 70% de sus empresas, es decir, de sus fuentes de trabajo, y las que aún subsisten, operan a un 30% de su capacidad. Ese pueblo, impedido de votar en forma universal y directa el 30-J, está sumido en atroz miseria. Nos hunde el atraso. La salud y la educación, tan esenciales al progreso, al bienestar y al ascenso social, no pueden con más incuria. La inflación, que superaría este año un 700% de vértigo, pulveriza el ingreso y empuja a la familia a los más vejatorios peldaños de la desgracia. Quienes comen de la basura ya son manadas. Surge una generación enflaquecida de posibilidades y de sueños alterados, mientras los atornillados en el poder son cada día que pasa más ricos, más ostentosos, más gordos, más indolentes.

Entonces, ¿llegaremos al 30-J? ¿Impondrá el Gobierno a sangre y fuego, con las lúgubres bendiciones de doña Tibisay, su aniquiladora propuesta?

Eso está en manos de cada uno de nosotros. Y, téngase en cuenta una cosa: solamente en unidad, con organización y una visión acorde con hora histórica, se podrá detener la entronización terminal de esta barbarie. Es, pues, una pregunta para ser hecha mirándonos todos al espejo.

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