Las llaves de la Unexpo-Carora

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Fue en los meses finales de 1983 cuando fuimos a buscar las llaves que abrirían las puertas de la educación universitaria en Carora. Sucedió que ya habíamos realizado el gigantesco Paro Cívico, organizado por la Sociedad Amigos de la Cultura (Soacu), reclamando la universidad para Carora, un suceso que paralizó a casi toda la población,y que exigía se abriesen tales estudios en nuestro Distrito Torres. Ese reclamo lo hacíamos a la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), institución que se negaba persistentemente a abrir carreras universitarias en nuestro solar. Eran los días del terrible “Viernes Negro” y los años finales del gobierno de Luis Herrera Campins.

Pero sucedió algo totalmente imprevisto. El rector del Politécnico de Barquisimeto se ofreció abrirnos dos carreras de técnicos superiores universitarios: electricidad y mecánica. Aquello nos dejó aturdidos de emoción. El ingeniero Alí Pernalete nos hizo entonces una exigencia muy urgente: necesitaba para hacer aquello efectivo unas aulas de clases donde arrancar la academia.

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Fue en esa coyuntura cuando recibo la visita del Pbro. Andrés Sierralta D´Santiago en mi centro de trabajo, el Liceo Egidio Montesinos, quien me invita a ir a la población de Altagracia, al norte de la ciudad del Portillo, a buscar las llaves de la Escuela de primaria Doctor Ezequiel Contreras que estaban en manos de su director, residente entonces allí, el maestro normalista Rafael Antonio Rojas, quien acaba de fallecer el 19 de abril de 2017. Encendí mi Toyota todo terreno y salimos una tarde, de un mes que no recuerdo, a la búsqueda de tan anheladas ganzúas, las que abrirían las puertas a tan anhelada educación en el Distrito Torres después más de 400 años de espera.

Era la vieja carretera de granzón polvorienta, llena de huecos, meandros de cujíes y guasábaras. Uno que otro alcaraván se cruzaba en nuestro camino. Entramos, el reverendo y yo al modesto poblado y divisamos la casa del docente que buscábamos. Estaba sentado en la puerta de su morada, como si nos estuviera esperándonos en el presentimiento que algo grandioso se esperaba. El sacerdote le habló desde el asiento de mi Toyota en tono enérgico y decidido. Antonio Rojas se nos queda mirando y entrecierra sus ojos. Es un momento de vacilación. De pronto se levanta de su silla de cardón y cuero de chivo y penetra en su casa de tejas y bahareque, regresa instantes después con un manojo de llaves que eran las puertas de la Universidad en Carora que en aquel maravilloso momento se abrían.

Fue de tal manera como por fin la antigua, académica, docta y sapiente ciudad, cuna de tres rectores de la Universidad de Caracas principiaba en la educación de tercer nivel. Y así sucedió. El Politécnico toma desde entonces algunas aulas de aquella humilde escuela primaria y da un salto portentoso a los estudios universitarios el día 23 de mayo de 1984. Todo un prodigio que solo es posible en este continente de habla castellana, asiento de lo real maravilloso de nuestros escritores de la literatura del llamado boom latinoamericano. Y, como si fuera poco, nuestra alma mater, la UCLA, le siguió el camino al Politécnico y tiempo después abrió otras dos carreras, fitotecnia y zootecnia, en la población de Arenales, donde el Pbro. Espinoza de los Monteros tenía una cátedra latina en tiempos coloniales.

De tal manera que es justo y necesario recordar este episodio – que ya estaba como oculto en mi memoria- que enaltece a estos dos hombres, ya fallecidos, el levita pastor de almas y el docente de primaria, que hicieron posible abrir a tantos jóvenes un futuro promisor acá sin abandonar su tierra semiárida.

Cuando mi Toyota fue sustraído por delincuentes de mi Liceo en 1995, no pude menos que recordar que aquella maravilla de máquina trasladó a los miembros de Souca, Gerardo Pérez, Fraima Álvarez, Haydee Álvarez y Alejandro Barrios, Miguel Ocanto, Luis Ruiz, Honorio Lozada, Lola Álvarez, Mario Ávila a convocar para aquel Paro Pro Universidad, y que también en ella fuimos a solicitar las llaves de la Universidad para Carora, el reverendo Andrés Sierralta D´ Santiago y este cronista, quien ahora con sumo orgullo es docente de la cátedra Antropología Cultural en la especialidad de Ingeniería Rural de la Unexpo de Carora.

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