En otras latitudes, un régimen que desde su inicio no ha hecho otra cosa que provocar y promover violencia estaría encarando una serie de reacciones explosivas que irían desde asesinatos hasta un auténtico terrorismo y una insurrección armada.
Pero el noble pueblo venezolano se ha plantado en la firme resolución de agotar hasta la última instancia cívica para volver a los cauces de su democracia secuestrada.
En algún mal momento se comenzó a llamar “oposición” a los defensores de la democracia, alegando que no se tiene una propuesta alterna que ofrecerle al pueblo.
Se ha hecho un énfasis utópico en la necesidad de una “unidad” perfecta que brinde una sola alternativa al régimen totalitario, creando con ello una condición imposible de alcanzar dentro de la diversidad democrática.
Es imposible, cuando no pernicioso, crear como alternativa a una dictadura totalitaria otra fuerza igualmente caudillista en torno a una sola doctrina y persona.
La realidad es que Venezuela tiene una dictadura sin un solo líder creíble, y una propuesta democrática con una constelación de liderazgos perfectamente respetables y propuestas matizadas con un solo propósito: El establecimiento de un auténtico sistema democrático con todos sus valores.
La Venezuela cívica y decente ha optado por decirle sí, no una sino tres y mil veces, a una alternativa sencilla que es el retorno a una democracia que por mayoría transparente – y con respeto y consideración hacia las eventuales minorías, escoja libremente entre distintas propuestas de gobierno, sin coacciones, amenazas y descalificaciones.
Lo que tenemos en Venezuela no es una “oposición” sino una tenaz y persistente resistencia –que no ha claudicado a lo largo de cinco tortuosos lustros- ante la pretensión de una minoría de imponer un sistema totalitario por vías de fuerza y corrupción en todos los niveles.
La proposición democrática venezolana es por su misma naturaleza diversa, pero firme y unida en torno a los valores fundamentales de una auténtica democracia. No tiene un único caudillo, sino una galaxia de dirigentes competentes y decentes, que en su momento podrán ofrecer múltiples ideas dentro de un ámbito de civismo y libertad.
La experiencia de los últimos años ha sumido al país en la más profunda ruina económica y moral, sumada al más absoluto descrédito global.
Que Venezuela salga del totalitarismo por vías pacíficas y conservando todos sus intrínsecos valores democráticos, será un paradigma que la dotará de un fundamento mucho más valioso que el petróleo para restablecer su credibilidad como nación.
Antonio A. Herrera-Vaillant
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