Leopoldo López pasó tres años y medio en una prisión militar. Hoy, el opositor más emblemático de Venezuela y uno de los mayores adversarios del chavismo, pasa los primeros días bajo arresto en su casa, jugando con sus hijos, sus perros y sus loros.
Pero igual va retomando el pulso político, hablando con líderes internacionales sobre la grave crisis de Venezuela.
«Tiene más paciencia, es más reflexivo», pero mantiene el «mismo carácter, ímpetu y pasión por lo que cree», cuenta Antonieta Mendoza sobre su hijo, de 46 años, en entrevista con AFP.
-¿Cómo se enteró de que enviarían a su hijo a casa?
-Estaba durmiendo. Esa mañana Lilian (Tintori, la esposa) lo había logrado ver después de 32 días de aislamiento. A las 3:30 am sonó el teléfono y era Leopoldo, que ya había llegado a su casa. Me dijo Lilian: ‘Vente para acá’. Le dije que no, que era un momento de intimidad padre, madre, hijos. Llegué muy temprano, como a las 7:30 am. Es una sensación difícil de describir, cuando lo abracé.
-¿Qué le dijo?
-No me acuerdo. Pero sí recuerdo la fuerza del abrazo, la tranquilidad y paz espiritual que sentí, porque fue sometido a tratos crueles, a tortura psicológica. Llegué a temer por su vida.
– ¿Qué fue lo primero que hizo?
-Lilian lo recibió en la puerta, se abrazaron, y Leopoldo subió corriendo las escaleras para abrazar a sus niños. Los despertó. –
-¿Qué ha hecho esta semana?
– Adaptarse. Me dice: ‘Esto me parece inmenso’. Y no es una casa inmensa, es una casa normal. Lo impresionante son los colores, la vegetación (…), los ruidos. Se había acostumbrado a los ruidos de los pájaros en (la cárcel) Ramo Verde. Cuando se fue, tenía dos perros, ahora tiene cinco. Le regalaron dos loros y está encantando, se los pone aquí (en el hombro). Cosas simples, pero para una persona a la que le arrancaron todo, adquieren gran importancia. – -¿Sus seguidores lo visitan?
-Hay siempre gente en la parte de afuera de la casa y le mandan saludos a través del muro. Hemos puesto una caja donde la gente deposita sus cartas y estuvo muy emocionado recibiéndolas.
-¿Qué ha hecho con sus hijos?
-Esta semana, Leopoldo Santiago (cuatro años) tenía su último día de clases. Cuando lo vistió, le dijo: ‘Bueno, vámonos, papá’. Y Leopoldo le dijo: ‘No, yo no puedo ir’. El niño le preguntó por qué si ahí estaban todos los papás, que él tenía mucho tiempo sin papá. Le costó entender. Pero llega y dibuja con él, juega con ellos. Jugaron con la lluvia. Manuela (de siete) juega ajedrez con él, les lee cuentos antes de dormir, desayunan juntos.
– ¿En qué ha cambiado?
-Sigue con su mismo carácter, ímpetu y pasión por lo que cree, pero hay varios cambios. Quizá tiene un poco más de paciencia, es más reflexivo, es bastante espiritual. Rezar, leer la biblia, le dio una fortaleza impresionante. Intelectualmente se formó, se leía un libro cada dos días (…). Llegó a escribir poemas.
-¿Cómo está físicamente?
-Bien, él es muy disciplinado con su entrenamiento. Lo único es que en el último mes perdió cinco kilos con el último aislamiento. Tiene problemas de la vista. –
– ¿Le sorprendió que lo enviaran a casa?
Yo sabía que eso en algún momento debería de venir (…), es un paso a la libertad plena.
– ¿Pasará en casa el resto de la condena (14 años acusado de instigar a la violencia)?
-Saldrá antes, este país va a cambiar.
– ¿A qué se debe esta decisión? – -¿El gobierno le pidió algo o fue empeño del exjefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero?
-El gobierno no le ha pedido nada a Leopoldo. No hubo negociación. Creo que fue la presión de la calle, de la comunidad internacional, e indudablemente Zapatero tuvo una influencia importante, pero también muchos gobiernos y organizaciones de derechos humanos, la OEA.
-¿Qué otros líderes lo han contactado?
-Habló con José María Aznar (exjefe del Gobierno de España), con Mauricio Macri (presidente de Argentina). Hablaron del país, le preguntaron cómo estaba. Les habló de la importancia del 16 de julio (plebiscito contra la Asamblea Constituyente de Nicolás Maduro).