Con pitos, banderas y la convicción de querer un cambio para el país, los ciudadanos cumplieron este miércoles con la convocatoria de trancar las principales calles y avenidas de la ciudad de Caracas, pese a las lluvias que se desarrollaron durante todo el día.
Por cuatro horas estuvieron apostados en las calles; quienes deben cumplir con un horario de trabajo se limitaron a participar dentro de su tiempo de descanso, dando muestras de compañía en una lucha pacífica que supone el cambio de Gobierno de manera democrática.
Sin embargo, funcionarios de la Policía y Guardia Nacional Bolivariana intentaron dispersar con bombas lacrimógenas y perdigones a quienes se encontraban en La Candelaria, San Bernardino, Chacao, Altamira, San Martín y Los Ilustres. Según denunció la dirigencia, al menos 10 personas resultaron heridas.
Lamentablemente, el diputado a la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, resultó lesionado tras el impacto de cinco perdigones de plástico en su cuello, espalda y costado. Relató que fue atacado por un contingente de la GNB mientras se encontraba declarando en la Avenida Francisco de Miranda.
Tales agresiones, por el testimonio de la sociedad civil, no quebranta el deseo de libertad que se ha intensificado durante 89 días.
Más temprano, el parlamentario y dirigente de Voluntad Popular, Juan Andrés Mejía, llamaba a la población a mantenerse organizada durante cuatro horas en los 152 puntos de trancazos, a fin de demostrar al “régimen” que los venezolanos no van a quedarse de brazos cruzados ante la intención de destruir un sistema republicano.
“Volveremos a las calles todas las veces que sean necesarias hasta restituir la democracia”, gritaba un manifestante desde Montalbán, punto donde la Guardia habría advertido que de no quemar escombros ni obstaculizar por completo el paso, respetaría el derecho a la protesta pacífica.
Para este jueves está previsto que los venezolanos marchen hacia las sedes del Consejo Nacional Electoral; en el caso de Caracas, las concentraciones iniciarán a las 10 de la mañana.
En La Trinidad se instalaron a conversar con sillas de playa, abrigos y sombrillas para resguardarse de la lluvia. En algunos carteles se leía “desobediencia ya”, mientras jóvenes jugaban fútbol.
“Aquí estuvimos bajo la lluvia durante cuatro horas. Tuvimos más gente que en el trancazo pasado (lunes). Para nosotros fue un éxito total”, dijo Carlos Pérez, un arquitecto de 56 años que al final de la protesta removía las piedras y troncos que bloqueaban el paso en una avenida de La Trinidad.