Valeria Luiselli es escritora, mexicana y profesora universitaria en una zona de Nueva York donde muchos apoyan a Donald Trump. Directa, franca, explica cómo organiza su «resistencia» al presidente y se declara admirada por cómo se movilizan los estadounidenses.
El espíritu combativo de Luiselli, de 33 años y una de las autoras mexicanas más destacadas de su generación, se manifestó ya antes de la elección de Trump, precisamente contra su predecesor, Barack Obama, y en cómo aceleró las deportaciones de menores centroamericanos que llegaron en masa entre 2013 y 2014. La escritora se valió de su experiencia como traductora en la Corte Federal de Inmigración de Nueva York para denunciar esa política en «Los niños perdidos», su último libro.
«Teníamos mucha responsabilidad, porque había tal carencia de gente, que no solo estábamos ahí de traductores, sino directamente como entrevistadores», explicó a la AFP en París, donde este mes presentó la versión en francés de su novela anterior «La historia de mis dientes», galardonado con Los Angeles Times Book Prize en 2016.
Pero cuando escribió esa «crítica feroz» a la Administración Obama, Luiselli, afincada en Nueva York junto a su esposo, el también escritor mexicano Álvaro Enrigue, no podía prever la elección de Trump ni el empeoramiento de la situación de los inmigrantes.
Luiselli, nombrada en 2014 por la National Book Foundation entre los cinco mejores escritores menores de 35 años en Estados Unidos, recuerda el día en que el magnate ganó las elecciones.
«En la estación de tren en Harlem (donde vive), había gente llorando. Era como si hubiese caído una bomba. Entré en mi vagón, había un chavalito con una gorra con el (eslogan de Trump) «Make America Great Again». No pude contenerme: le pregunté si se daba cuenta del profundo daño que su presidente iba a causar. Se burló en mi cara», relata.
«Mantener la cordura»
Ese episodio pareció abrir una serie de desencuentros, los más duros con algunos de sus alumnos de la Universidad de Hofstra, en Long Island, donde enseña Lenguas Románicas y Literatura. Ahí «ya es +Deep America+, muchos de mis alumnos votan por Trump. Hay que estar todo el tiempo tratando de mantener la cordura y una cierta ecuanimidad».
Pero conseguirlo no siempre es fácil. «Cuando uno de mis alumnos dice que está de acuerdo con el +Muslim ban+ porque los musulmanes son peligrosos, mi primera reacción es salir corriendo. Pero luego lo cuestiono y cuestiono, hasta que se queda sin argumentos».
Por ello, dedica su «energía creativa y vital a pensar en las maneras de resistir».
Mediante la Teenage Immigrant Integration Association que formó con varios alumnos, apoya a los adolescentes recién llegados al país. «Hacemos un poco de todo, desde clases de inglés hasta partidos de fútbol. También hay grupos de discusión de derechos civiles para politizar» a los jóvenes, con miras a que «se vuelvan figuras en su comunidad».
El odio «movilizó» a la izquierda
Pero reconoce que va con «mucho cuidado», porque los inmigrantes son «más vulnerables que nunca» bajo Trump. «Las agencias como la Immigration and Customs Enforcement tienen ahora vía libre para abusar de su poder y hacer cosas ilegales como meterse en casa de alguien sin un mandato».
Para Luiselli, el lado positivo es que el «discurso del odio se volvió tan extremo» contra la inmigración, que movilizó a la izquierda estadounidense, que «tenía muy abandonado el tema».
«Las organizaciones como American Civil Liberties Union ahora tienen un apoyo de la sociedad civil gigantesco», explica.
«Hay algo en Estados Unidos que funciona, una función civil que como mexicana veo con enorme admiración. ¡Cómo me gustaría que en México pudiéramos organizarnos así y que tuviera consecuencias!», explica, denunciando que la justicia «no funciona» en su país.
Aunque ha pasado casi toda su vida fuera de México – sus padres trabajaban en ONG y más adelante su padre fue diplomático -, va lo más a menudo que puede.
«México es un país maravilloso, pero lo tenemos muy abandonado», dice, denunciando el «infierno» de la violencia y acusando al expresidente Felipe Calderón de haber «deshecho al país con su guerra» contra el narcotráfico.
«Lo vivo como quien lo ve de lejos, pero al mismo tiempo duerme con el ruido» pegado a la oreja.