Habitante de Nueva Esperanza en Yaritagua: “Llovía más adentro que afuera”

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Las familias del sector Nueva Esperanza, de Yaritagua, en el estado Yaracuy, no se reponen de las inundaciones de los ranchos de zinc y viviendas, que dejaron las precipitaciones del martes en la tarde. Perdieron enseres, alimentos, ropa y, en algunos casos, hasta sus domicilios.

Varios de los “ranchitos” se vinieron al piso, así como la pared de una humilde casa de bahareque donde viven dos personas de la tercera edad. Lo lamentable del caso, es que las autoridades del vecino estado, del municipio Peña, no asisten a los hogares afectados.

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“Aquí no han venido a ayudarnos; ahora es cuando necesitamos de ellos (de los gobernantes). Mis hijos tuvieron que ir a la escuela con los zapatos mojados porque todo se inundó en mi rancho: es la segunda vez que paso por esta terrible situación”, dijo la vecina Vanessa García.

“Llovía más adentro que afuera”

La vocera del consejo comunal Nueva Esperanza, Ananyela Ribas, explicó que el buco de la comunidad casi se desbordaba la tarde del martes, cuando el agua de la lluvia llegó hasta los últimos rincones de los inmuebles.

Exhortó, en nombre de todos los vecinos, al alcalde Giovanni Parra, a objeto de que mande la ayuda necesaria y, al menos, cuenten con colchonetas para dormir y alimentos. Cocinas, neveras, equipos de sonido, entre otros artefactos, se dañaron por completo.

Si bien el Gobierno nacional aprobó los recursos y ejecutan 31 viviendas, la construcción ha sido muy lenta. “Pretenden que esperemos la inauguración de la obra para habitar las casas; señores, nos inundamos y ¿todavía quieren que esperemos más tiempo para vivir con dignidad?”, se preguntó.

¡Están vivos!

Otro caso que conmocionó a los habitantes de Nueva Esperanza fue el de la familia Arteaga. Los esposos que habitaban la casa de bahareque, casi terminan bajo los escombros, cuando en medio del aguacero se cayó una de las paredes de la vivienda.

Los demás habitantes salieron a a socorrerlos y, por lo pronto, viven en casa de un familiar. El señor Pedro Arteaga, afectado, es uno de los beneficiarios de la Misión Vivienda, sólo que el tiempo sigue pasando y no ve hecho realidad su mayor anhelo: la casa.

Tal como le ocurre a la joven Beatriz Crespo, quien tiene cerca de un año esperando la culminación del domicilio. “Empezaron a construirla en noviembre del año pasado; la obra estuvo paralizada y fue hasta hace tres meses que retomaron los trabajos”.

Llanto, desesperación, angustia, fueron parte de las emociones que vivieron los residentes de la comunidad Nueva Esperanza, la misma que hace un par de meses, atravesó la misma situación y tampoco hubo atención por parte de las autoridades.

Ayer, por fortuna salió el sol y pusieron a secar los artefactos, aquellos que podían volver a utilizarlos, la mayoría se perdieron cuando el agua y barro penetraron la parte eléctrica.
Fotos: Daniel Arrieta

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