Los Escenarios del país: Aumenta la temperatura en la batalla sobre el clima

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El Acuerdo de París de Diciembre 2015, culminó un colosal esfuerzo político y diplomático de más de dos décadas de negociaciones. El entonces presidente francés François Hollande lo catalogó como “el primer acuerdo universal sobre las negociaciones climáticas”.

Se logró entonces, que 195 países, en un pacto sin precedentes, convergieran acerca del notorio fenómeno de que los problemas ambientales originados por el hombre con sus patrones de consumo, sus ocupaciones territoriales y sus modelos de desarrollo tecnológicos e industriales-generadores de gases de efecto invernadero- han propiciado el deterioro de la biodiversidad y el envenenamiento progresivo de la vida en el planeta.

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El Acuerdo prevé mecanismos de revisión y el establecimiento de normativas que apunten hacia la construcción de un modelo de desarrollo global, sustentado en una economía más amigable con el medioambiente.

Para ello, se estableció una hoja de ruta que pretende lograr que al final del siglo, el aumento de la temperatura media en el planeta esté por debajo de los dos grados respecto de los niveles preindustriales, con el objetivo final de reducirlo a 1.5°; cifras que se pueden alcanzar, según los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, si las emisiones de gases de efecto invernadero logran ser reducidas entre un 40 y un 70 % para 2050. Aunque en el texto del Acuerdo no está establecido explícitamente, ello implica una reducción gradual del uso de los combustibles fósiles, responsables de hasta un 80% de las emisiones de estos gases.

A pesar de lo expuesto, y de la cada vez más extendida convicción a escala global de la necesidad de elaborar una estrategia de supervivencia basada en un cambio de paradigma, el deterioro ambiental no ha cesado; en 2016 el planeta batió por tercer año consecutivo el record de aumento en las temperaturas globales, aproximadamente 1,1°, según apuntaba en Marzo la Organización Meteorológica Mundial.

Dada la complejidad de la civilización actual, no es factible pretender un cambio de tendencia tan radical en el corto plazo, ello supone un arduo trabajo, que implica enfrentar la resistencia al cambio de sectores políticos, sociales y económicos-financieros, así como tendencias que encarnan expectativas, hábitos, tradiciones; sin embargo la humanidad tiene frente a sí un futuro que luce incierto, de allí la responsabilidad de países, dirigentes e instituciones de garantizar ese futuro para las próximas generaciones.

La posición de Donald Trump

Durante la campaña electoral estadounidense, el entonces candidato Donald Trump utilizó como una de las banderas de su programa “Primero América” (FirstAmerica), el abandono por parte de ese país del Acuerdo de París. Según Trump, declarado climatoescéptico, el mismo responde a una “manipulación internacional” contraria al crecimiento de la economía estadounidense. En la reciente Cumbre del G-7 celebrada en Sicilia, Italia, su posición sobre el tema fue ambigua. Finalmente, el anuncio del retiro de los Estados Unidos del Acuerdo, significa la materialización de parte de sus promesas de campaña.

A pesar de que el Acuerdo de París no establece obligaciones -es fundamentalmente una declaración de intención- los Estados Unidos constituyen hoy, el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero –después de China- por lo que su cuota de responsabilidad en el deterioro ambiental global, no puede ser evadida en función de un propósito de política interna, desconociendo de una manera burda el esfuerzo que la comunidad científica y diplomática ha realizado durante décadas.

Además implica una renuncia, al tradicional ejercicio de liderazgo que este país ha ejercido en los ámbitos tecnológicos, económicos, financieros y sociales en el último siglo, sin contar, la responsabilidad de carácter ético.

Definitivamente, el Sr. Trump y el sector más conservador del Partido Republicano, insisten en el aislacionismo, y en echar por la borda el legado que en materia ambiental había heredado del expresidente Obama. Comenzó con la reactivación del polémico proyecto del oleoducto Keystone, prosiguió con su proyecto de “energía limpia”, con el nombramiento de las autoridades ambientales y la guinda a la torta es esta decisión, a la que Bill McKibben comentarista del New York Times llamó “triste y estúpida decisión… la más tonta desde el lanzamiento de la guerra en Irak” (New York Times, 01 Junio 2017) Ya el Nobel de Economía Paul Krugman, refiriéndose a las acciones de Trump había señalado que las mismas podrían poner “en riesgo el futuro de todo el planeta, para que él pueda seguir diciendo mentiras políticamente convenientes” (New York Times, 29 mayo 2017)

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