Aquí de nuevo con el tema de los jubilados y de los que creen que porque llegaron a viejos ya terminaron con su trabajo existencial.
Llegó la hora de retirarse (no de morirse) después de sacar adelante una familia, de apoyar a los hijos y de cubrirlo todo, atrás quedan los años de servicio y de entrega a otros. Llegó el tiempo de retomar caminos olvidados, de realizar labores diferentes, es el momento de la libertad, de vivir lo que queramos vivir sin tener que rendir cuentas a nadie de nuestros actos. Se acabó el tiempo en el que por todo nos pedían cuentas y nos limitaban, terminó aquel en el que eran nuestros padres la guía y otros nuestros maestros; luego fuimos nosotros los maestros. Ganamos el respeto de haber sido escuela, de levantar hombres de bien, de prestar un servicio a la sociedad y de ser útiles.
No necesitamos inspirar lástima ni que nos etiqueten como gente de la “tercera edad” que para nada es un honor; y si por alguna razón quisieran “considerarnos” con descuentos, pasajes baratos, atención etc. Ha sido toda una burda mentira del Estado. No hay privilegios ni en las líneas aéreas ni en los autobuses, farmacias o cualquier institución médica inclusive. Todos nos evitan porque el viejo paga menos o no paga. No hay nada más triste e indigno que nos consideren un peso o un estorbo, un trasto inútil o una burla, solo porque llegamos a viejos. Necesitamos respeto no limosnas, ofensas ni etiquetas vergonzosas.
No esperemos una vida sin amarguras, fortalezcámonos para poder resistir los embates del tiempo y la crueldad del mundo y hasta de la misma familia. Todos envejeceremos, envejezco yo: -El tiempo rueda el aroma de todas mis auroras hacia el otoño que de semillas me cubre ya. Sin duda que no habrá otra época en mi vida que de más frutos que el momento que me asiste.El que cree que todo ha terminado porque tiene muchos años encima se equivoca, se ha rendido antes de ser vencido por el peso y el paso de los años.
Sigo con el hermoso poema de Faillace: “Asomaos en la ventana del vendaval. Asomarse es sacar la vida no la mirada, es en gran parte la porción en la que el mundo (que no es el tuyo, porque uno viene y se va sin ninguno) aparece aquel que mira sin ojos, pero lo ve todo, el que escucha sin orejas pero todo lo oye, el que toca sin mano pero todo lo siente, el que huele sin nariz pero todo le hiede. Así son los asomados que secan el alma en la ventana; mojando la tarde de sol, recogiendo las penas a la luz de la luna, despertando con bandera a media asta y durmiendo con un ojo abierto a medias”.
Todo lo que vivimos desfila y se perpetúa en nosotros; grato es saber que no está demacrado el soplo de luz que mora en nuestros huesos, tampoco la dinastía de nuestros soles y recuerdos, mucho menos los sueños la fe, la esperanza, la memoria. Una vez fuimos frescas flores… La pasionaria esa flor que vibra en medio del intenso verde de la selva (el calendario cromático del ser humano) es la flor que mide el paso de la vida. Desde que es botón al brotar es verdísimo su color, pronto se convierte en violáceo oscuro y en una semana en color rojo intenso, cálido, voluptuoso, encantador, para llamar la atención de los amantes del bosque: el tucusito, las abejas y las mariposas. Al fecundar la flor su color cambia a naranja, empieza a formarse el fruto. Como le pasa al hombre, crepúsculos después va decreciendo su color hasta llegar al ocre, luego al quemado hasta llegar al color del humus de la tierra, regresando al suelo de donde brotó para morir después…
Continúa la próxima semana