Un hombre desnudo frente al exterminio. La piel perforada por los reiterados perdigonazos, que dispara el miedo obsceno del poder podrido. En sus manos como escudo impenetrable la palabra de Dios que lo hace beber en la fuente de su fe.
Es allí donde su arrojo encuentra asidero para resistir la presión del complicadísimo escenario existencial. Sobre la arteria vial un ciudadano común, desafía al pelotón que observa impávido a quien no se oculta en su temor; alza su bandera de esperanza enarbolándola en su piel desnuda casi al borde del maltrato oficial.
Sus convicciones parecen darle el valor que perdió la nación, cuando siguió los pasos de un proyecto absolutamente ineficaz. Este proceso pletórico de fracasos, se fue llenando de oscuridades hasta que se hizo socio de la desfachatez. Las miradas con sornas desde la azotea marcial de los esbirros, sus potentes armas son tan débiles cuando existen personas que las enfrentan con el escudo de su dignidad. Esa arma tan potente siempre está en las manos de la libertad; jamás andará revoloteando en el pecho de quienes ocultan su cobardía con el desmedido abuso.
El temor de perder su botín los hace excesivamente crueles a la hora de reprimir a las manifestaciones pacificas. Irrumpen con la voracidad de la piraña deseosa de presa. Actúan sin cortapisas como llevando a sus adversarios al molino de la historia, son feroces esgrimiendo el odio con lo cual disparan sus ráfagas persiguiendo a miles de historias anónimas.
Luego su complicidad nocturna para buscar huéspedes para ataúdes y hospitales sin medicinas; son los francotiradores que dejaron huérfanos sus sentimientos para ir en pos de venezolanos que luchan por la libertad. Detrás de tanta maldad se oculta el inmenso miedo de saberse rechazados por la inmensa mayoría de venezolanos que condenan tan deleznables procederes, es la metamorfosis de las frustraciones sociales y que como guillotina vengadora reaparece cuando el resentimiento asume el poder, seguramente algunos familiares y amigos decentes condenaran la actitud que muestran los funcionarios enfundados en sus trajes de prepotencia.
Paradójicamente existe mayor verdad: no en los cubiertos hasta los tobillos, sino en aquel que desarropó su verdad sin temer ante el ruido de las balas. Es la autenticidad de los principios frente al abismo; de aquello que mira por dentro y solo descubre un inmenso vacío. Ese hueco en sus entrañas lo disimulan mostrando sus dientes de horror, arremeten para ahogar sus faltas de afecto por el prójimo.
La escena va más allá de una imagen. A pocos metros del valiente joven un moderno equipo disuasivo de última generación, es como una tarántula gigante que busca llevarnos hasta su tupida red; en las calles atestadas de pueblo digno se muestran los tentáculos de la represión como la espada que busca quebrarle el espinazo a la valentía. En los últimos tiempos Venezuela se despojó de su tranquilidad frente al régimen. Son dieciocho años soportando un régimen tiránico que no se anda por las ramas a la hora de querer liquidar cualquier esperanza democrática. Desde un principio definió un esquema de sometimiento que ha ido desarrollando con el discurrir del tiempo, bajo esa premisa desnudar sus ocultas intenciones de perpetuidad es necesario…
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