No llevar los niños al colegio o llevarlos y tener que buscarlos antes de la hora; no poder trabajar en paz; no poder organizar reuniones de trabajo; suspender intervenciones quirúrgicas; ver cerradas las universidades; los laboratorios sin insumos; no poder andar más de dos cuadras al salir de la casa porque están cerradas las calles; no dejar de oír detonaciones día y noche, como hoy, que todo el día las he oído; suspender citas médicas y odontológicas; no poder disfrutar una salida a un cine para calmarse porque no sabemos qué nos espera al salir; apurarse los domingos para asistir temprano a Misa porque no sabemos si esta tarde se podrá; darnos cuenta que lo ganado no nos alcanza ni para lo más elemental;acudir al mercado “negro” porque es el único sitio donde pueden conseguirse productos que antes abundaban.
No poder viajar porque no hay cupos en aviones ni en buses, además de lo peligroso de estos últimos y del riesgo que nos asalten en pleno viaje. Llevar el carro propio es otro riesgo porque no es fácil pagar seguros por lo oneroso, lo que significa que el robo del carro o un accidente del mismo, nos llevará a la segura pérdida del automóvil. Esa es, a grandes rasgos, la situación hoy de Venezuela. A eso hay que agregarle que el gobierno ha logrado neutralizar la televisión privada del país. La pública, la de “todos los venezolanos”, es una vergüenza nacional, indigna y lamentable. En los acontecimientos de los años 2001, 2002, 2003 hasta el 2007, había tres televisoras privadas que daban cuenta de lo que ocurría con comentarios objetivos e incluso abiertamente opuestos al régimen, hoy no es así. Gracias a Dios existen las redes sociales, que es lo único que usa la población democrática de Venezuela para combatir esta tiranía que sufrimos. Esas redes sociales han sido de gran utilidad y lo serán hasta el final de esta pesadilla. Un régimen despótico como el que hoy sufrimos nunca soportará la crítica objetiva, por eso la persigue y castiga, con ello se desconoce el más grande de los atributos que Dios le dio al hombre después de la vida, cual es la libertad. Sin libertad el hombre no puede vivir, se degrada, se pierde. Por eso el comunismo es la “gran herejía de la historia”, en palabras de Pío XI y con razón su aplicación ha conducido siempre a la ruina material y moral de los pueblos.
Tenemos los nervios de punta. Nunca los venezolanos habíamos vivido una experiencia tan dolorosa como ésta, nuestros jóvenes continúan en la calle y los adultos también y el pueblo está muy claro. Este sábado pasado, 3 de junio, asistí a una marcha en uno de los sitios más emblemáticos de Barquisimeto, en el municipio Unión, muy concurrida, muy entusiasta la gente y muy receptiva y respetuosa. Recibieron agradecidos los mensajes que llevamos. Sí, los nervios están de punta, pero las esperanzas están manifestándose.
