Dedicado a mi querido hijo Nagid Zammar
Hijo querido, tú eres mi ser, por ti entrego mi vida.
De mi semen formaste tu cuerpo dentro de las entrañas de tu madre; mas aun ni yo, ni tu madre, fuimos quienes otorgamos tu espíritu. Formaste tu cuerpo y tu rostro a nuestra semejanza, pero no a tu alma.
Hijo mío, te protejo como a mis ojos, te amo como a mí mismo, te doy el aliento y tu cobijo para crecer; empero no puedo vigilar tu espíritu. Sólo puedo pedirle a Dios.
¡Oh, creador de este mundo, dueño de nuestras almas, purifica el espíritu de mi hijo, llénale su alma de amor y sentimientos; permite que su mente se desarrolle hacia el bien!
Hijo querido, tu misión en el mundo es tan difícil, llena de tropiezos ardientes como las llamas, duros como las rocas. No dejes que las llamas te consuman ni que las rocas te aplasten. Escoge el camino recto y labora. Cuando tengas tropiezo, levántate de nuevo. Sentirás tu cuerpo más fortificado, tu mente más abierta y tu espíritu estará feliz.
Y cuando llegue la edad de casarte, hazlo. Tendrás hijos para que el mundo continúe su camino, y tu mente y tu espíritu se llenarán de satisfacciones por haberse cumplido tu misión.
Os digo: Vuestros padres son los consejeros de vuestros hijos.
Salomón Zammar
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