Con los rostros cubiertos con camisetas, un grupo de jóvenes agarra y estira con fuerza las ligas hasta crear una gran honda elástica que está por lanzar un frasco lleno de excremento hacia los guardias nacionales, que se escudan tras una tanqueta en medio de las protestas contra el gobierno de Venezuela.
La atención se ha centrado en los últimos días en las llamadas «puputov», la más reciente arma de la oposición venezolana, aunque por varias semanas los jóvenes han mostrado su creatividad para diseñar implementos para protegerse o enfrentar a las fuerzas de seguridad: máscaras antigases hechas con botellas de refresco y escudos fabricados con tapas de madera y latón de basureros, muchos decorados con motivos medievales.
En un país donde el colapso económico convirtió en una odisea el conseguir alimentos, medicinas y productos básicos como el papel higiénico, los manifestantes recurren a cualquier desecho que pueda servirles durante las movilizaciones que casi a diario, desde hace más de un mes, terminan en confrontaciones con las autoridades.
Y la oposición ha dicho que no tiene intención de retirarse de las calles.
«Nosotros utilizamos estos implementos simplemente para protegernos», dijo el congresista opositor Juan Andrés Mejía, mientras un hombre le cubría la cabeza con un escudo de madera.
Poco después, y a pesar de la protección, Mejía fue golpeado con una lata de gas lacrimógeno. «Gracias al casco no fue grave», dijo.
Al menos 38 personas han fallecido y más de 700 han resultado heridas en las protestas que se iniciaron a finales de marzo a raíz de dos sentencias que dictó el Tribunal Supremo de Justicia con las que asumió las competencias legislativas de la Asamblea Nacional y limitó la inmunidad de los diputados.
Aunque las sentencias fueron revertidas, cientos de miles de personas se han volcado a las calles para protestar contra Maduro, al que señalan de imponer una dictadura y sumir al país una crisis con una galopante inflación de tres dígitos, una severa escasez de productos y una desbordada delincuencia. El mandatario, en respuesta, ha acusado a sus adversarios de promover acciones «terroristas» para dar un golpe de estado.
Las movilizaciones opositoras se han visto desbordadas por miles de personas, incluidos jóvenes universitarios, ancianos, y hasta amas de casa que salen junto a sus hijos a protestar. E invariablemente, las marchas son bloqueadas por la policía o la guardia nacional que en medio de confrontaciones suelen lanzarles gas lacrimógeno y dispararles balas de goma, lo cual ha llevado a diversos gobiernos a condenar la reacción de las autoridades hacia los opositores.
Poco antes de una reciente marcha opositora en una plaza del este de la capital, Alejandro, un estudiante de bachillerato de 14 años, revisa por última vez la máscara que le hizo su hermano con una botella plástica de refresco. En la boca tiene un pequeño depósito con algodón y carbón que sirven como filtro.
«La he probado dos veces y me ha funcionado», dijo el adolescente, mientras estira el elástico negro que le sirve para sujetar la máscara al rostro. «Aunque muchas veces lo que queda es aguantar el aire».
A su lado, otro grupo de jóvenes -la cara cubierta con camisetas de algodón- acomoda en una caja plástica un lote de bombas molotov que armaron con botellas de cerveza y de bebidas gaseosas.
Manifestantes de mayor edad utilizan otros implementos de protección. Como Rosa Laguado, una administradora de 52 años, quien dice que suele traer unos lentes de natación de su hijo, y en una pequeña mochila lleva una toalla que, rociada con bicarbonato o antiácido, usa para cubrirse la nariz y la boca y contrarrestar por un tiempo el efecto de los gases.
Del otro lado, organizados en una estrecha fila, una treintena de policías con trajes antimotines negros y casco con viseras levantan al unísono sus escudos plásticos para formar una gran barrera que impida el paso de piedras, botellas y otros objetos contundentes que les lanzan.
Detrás de ellos se forma un grupo de policías, protegidos con máscaras anti gases y armados con escopetas desde las que disparan gases lacrimógenos y balas de goma para hacer retroceder a los manifestantes.
A los extremos de la formación, una veintena más de policías en motocicletas salen a toda velocidad a capturar a los manifestantes.
A diferencia de los policías, la guardia nacional suele salir a enfrentar las protestas escudados detrás de tanquetas y camiones cisternas blancos.
Aglomerados en pequeños grupos los uniformados, ataviados de máscaras anti gas y trajes antimotines verdes, disparan los gases lacrimógenos y las balas de goma mientras avanzan hacia los manifestantes.
Pero sin importar las formaciones que utilicen, las fuerzas de seguridad han sido blanco en los últimos días de las «puputov», la versión con excremento de las bombas molotov y que el presidente Maduro las ha comparado con armas bioquímicas.