En pocos años, intachables robotaxis compartirán las calles con los imprudentes conductores humanos, habituados a violar las normas. Esa perspectiva atormenta a los ingenieros que están fabricando los robotaxis.
Un vehículo autónomo puede ser programado para manejar por debajo del límite de velocidad. Los humanos habitualmente conducen de 16 a 24 kilómetros (10 a 15 millas) por encima del límite. Trate de ingresar a un túnel de una ciudad grande a la velocidad indicada. Los autos autónomos no osarán cruzar una doble línea amarilla, algo que los humanos hacen constantemente. Hay también curiosas normas locales a las que los humanos se adaptan rápidamente, que un vehículo autónomo podría ignorar.
En sitios como Los Ángeles, por ejemplo, existe el “pare a la californiana”, en el que el conductor ignora un “Pare” si no viene tráfico por la otra calle. En Pensilvania y Boston, amables conductores permiten que un auto que avanza en sentido contrario doble a la izquierda con luz verde. En Ann Arbor, Michigan, durante las horas pico los conductores rutinariamente cruzan la doble línea amarilla para doblar a la izquierda e ingresar a una autopista.
“Hay una lista inacabable de situaciones en las que los humanos conocen el contexto, saben cuándo tomarse ciertas licencias y cuándo violar directamente las normas”, manifestó Raj Rajkumar, profesor de ingeniería en computación de la Carnegie Mellon University, que investiga el funcionamiento de los autos autónomos.
Si bien se prevé que esos vehículos transporten pasajeros o carga en áreas específicas en tres a cinco años, los expertos dicen que pasará más tiempo antes de que los robotaxis puedan convivir con los vehículos piloteados por humanos. Ello se debe a que los programadores tienen que descifrar el comportamiento humano y las costumbres de cada zona. Enseñarle al auto a usar ese conocimiento requerirá enormes cantidades de datos y una capacidad de las computadores con un costo prohibitivo en estos momentos.
“Los vehículos autónomos respetan puntillosamente las reglas y no entienden las licencias que se puede tomar la gente”, señaló Missy Cummings, directora de Humans and Autonomy Lab de la Duke’s University.
Las costumbres de una zona y las condiciones de las carreteras varían radicalmente en los distintos sectores del planeta. En las ciudades europeas hay calles estrechas y congestionadas, en Beijing enormes atolladeros de tráfico. En Nueva Delhi los autos de lujo comparten las calles con bicicletas, motonetas, camiones y alguna vaca o elefante.
A esto se suma la agresividad de muchos humanos, que se le cruzan a otros vehículos o doblan donde no corresponde. En países como la India, por ejemplo, los conductores se pasan constantemente de un carril a otro.
Ya ha habido algunos casos en los que los conductores humanos se les cruzaron a vehículos autónomos como los Tesla, conscientes de que están equipados con frenos automáticos si ven un objeto por delante.
“Es difícil programar la estupidez humana o cuando alguien trata de aprovecharse de la tecnología”, dijo John Hanson, vocero de la unidad de vehículos autónomos de Toyota.
Los expertos confían en que llegará el día en que los autos autónomos estarán en condiciones de responder a cualquier comportamiento humano que se sale de las reglas.
Pero hay quienes dudan que puedan llegar a pensar como los humanos.
“Sospecho que nunca estarán en condiciones de pronosticar lo que puede decidir hacer una persona sobre la marcha”, dijo el sargento de la policía de Nueva Jersey Ed Long, que trabaja en la oficina de tráfico y seguridad pública.