Crónicas de Facundo: Es la hora de la esperanza
Estamos llenos de símbolos e íconos pseudo-religiosos o místicos los venezolanos – que no pocos manipulan y sobretodo el traficante de ilusiones que vuelve a interrumpir nuestro camino hacia la posmodernidad – en defecto de ideas políticas útiles calmar nuestra dolencias y sinsabores cotidianos. Por lo que cabe apele a la metáfora a fin de recordarles a quienes aún no superan lo ominoso del resultado electoral del 7-O, que el dolor que padece Cristo, como hombre y sobre la cruz, es el signo del cual brota lo mejor de su dignidad como tal y nos muestra, como Dios, el camino de la esperanza.
Al decirlo así no busco escapatorias, para sosiego de inocentes o estudiantes del catecismo, sino que apunto a lo esencial, a saber, que la vida es brega constante y la vida de la polis o ciudad – la actividad política – lo es todavía más; porque las ciudades permanecen mientras sus ciudadanos y dirigentes pasan o mueren. En pocas palabras, no tiene derecho a la Ciudad de Dios quien no padece a la Ciudad del Hombre, y al cielo se llega a través del Purgatorio. Y quien no lo crea, debe releerse al Dante.
Es simplista preguntar, por ende, sobre el porqué o los muchos porqués de la jornada en la que pierde la presidencia de Venezuela Henrique Capriles Radonski; como inútil es acusarlo de su falta de maldad o capacidad para la confrontación acre, que le impide no lograr su objetivo – el de todos los venezolanos – de ponerle punto final a la ley de la arbitrariedad cuartelaria impuesta por Hugo Chávez, en abierto desprecio por la ley de la razón.
!Y es que la inutilidad de la queja o la simplicidad de la pregunta reside en lo dicho! Participamos de una elección democrática dentro de un régimen autoritario y militar, electo democráticamente. La regla de oro de la democracia, a cuyo tenor las mayorías tienen como límite de su poder la vigencia de la misma democracia y el respeto a los derechos humanos de todos, en lo particular de las minorías, queda invertida por obra del heterodozo Socialismo del siglo XXI. De modo que, los obstáculos que encuentran la sociedad democrática y el propio Capriles durante los comicios recientes, se explican en la naturaleza atípica e inédita del régimen imperante, para el que la dialéctica es terrenal, hecha para los diablos y obra de los astutos.
En el pasado siglo XX, los dictadores llegan al poder haciendo valer el peso de sus espadas, o de sus cañones, y los demócratas se hacen del poder a través del voto, mediante el debate y el convencimiento. Hoy no es así, sobre todo en Venezuela.
A las dictaduras antes se las derroca. Se hace ejercicio del sagrado derecho de estirpe medieval y escolástica a cuyo tenor el pueblo o la nación tiene derecho a la resistencia pasiva o activa o rebelión, contra el príncipe tiránico que le conculca sus derechos y libertades. Y para alcanzar las virtudes de la democracia, una vez caída la dictadura, le basta al pueblo sustituir las balas por los votos, y más tarde, reclamar de los mandatarios su condición de garantes de la misma libertad y los derechos civiles o políticos. Asi de simple.
En pleno siglo XXI, bajo las reglas de sus dictaduras de nuevo cuño – así en Venezuela como en Rusia – opera la democracia, pero la procedimental y nada más. Le bastan los votos a los dictadores para sostenerse. En suma, vivimos dictaduras no impuestas al pueblo, sino dictaduras que el pueblo mismo se impone y a gusto.
De allí que la tarea de los verdaderos demócratas – no la de los demócratas de fin de semana o impostura – reside en convencer al pueblo de lo racional y justo que es elegir entre opcciones distintas, pero entre aquéllas que mejor desarrollan la personalidad de sus miembros y los hacen seres capaces de gobernar sus propios proyectos de vida, con independencia; dejando de lado el dilema actual, a saber, permanecer bajo la tutela del «padre bueno» o gendarme mientras dura o madurar, asumiendo en carne propia los riesgos del «vivir viviendo».
Ese cambio y esa tarea, en buena hora se abre camino en Venezuela con los resultados del 7-O, pues dibujan a otra geografía humana diferente a la de nuestro siglo XX, preñada de Juan Bimbas. Pero se hace camino al andar. Y es una buena noticia que quienes creen en este cambio cualitativo en la vida nacional, que nos aleja del ser que somos desde el día inaugural de la república, libres hacia afuera, serviles hacia adentro, hoy son más que hace seis años. En tanto que, quienes prefieren el sedentarismo y ven con agrado sus dependencias – suerte de complejos edípicos – son casi los mismos que hace 6 años, no más.
Hemos avanzado hacia el siglo XXI, a pesar del peso muerto de los paleotólogos de la política nacional. Y esa es una buena noticia, sobre todo para los presos políticos, quienes a buen seguro prefieren una salida a la chilena que una salida a la cubana, que nunca se alcanza pasados ya más de medio siglo.