Buena Nueva
“Más fácil le es a un camello entrar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios” (Mc. 10, 17-30). Es el comentario de Jesús a sus discípulos cuando el joven rico que nos presenta este Evangelio decide no seguir a Jesús “porque tenía muchos bienes”.
Algunos exégetas comentan que en realidad esta frase del Señor no era la exageración que parece ser, sino que se refería a la dificultad que los camellos tenían para traspasar una de las puertas de entrada de Jerusalén, llamada justamente “El Ojo de la Aguja”. Con todo y esta explicación, la dificultad para los ricos sigue existiendo.
Y ¿quiénes son los ricos? Jesús lo explica de seguidas en este mismo texto: “rico = el que confía en las riquezas”. Rico, entonces es todo aquél que confía más en los bienes materiales que en Dios. Ricos son todos los que, igual a este joven, prefieren las riquezas a Dios … o inclusive aquéllos que convierten a las riquezas en su dios.
No es éste el único pasaje del Evangelio en el que aparece la riqueza como un obstáculo muy difícil de superar para alcanzar la salvación. Pero … ¿es que la riqueza es mala en sí misma? No parece ser así. Lo que sucede es que los seres humanos tenemos una tendencia muy marcada y muy peligrosa de apegarnos de tal forma a las riquezas que llegamos a colocar los bienes materiales por encima de Dios o, inclusive, en vez de Dios.
Es interesante ver que en la Liturgia, y también en la Sagrada Escritura, se nos presentan las riquezas en oposición a Dios y a la Sabiduría Divina. Por cierto, no nos referimos a la sabiduría de saberes humanos, sino a la Sabiduría que viene de Dios, la cual nos permite ver las cosas, las personas, las circunstancias de nuestra vida como Dios las ve. Esa Sabiduría la elogia así el Libro de la Sabiduría (Sb. 7, 7-11): “La prefería a los cetros y a los tronos, y en comparación con ella tuve en nada la riqueza … todo el oro, junto a ella, es un poco de arena y la plata es como lodo”.
Ningún poder, ninguna joya, ninguna riqueza puede compararse con la Sabiduría. Por eso San Pablo considera “pérdidas” todas las “ganancias humanas” y considera “basura” cualquier cosa, comparada con Cristo, el Hijo de Dios, la encarnación de la Sabiduría misma. (cfr. Flp. 3, 7-8)
Sin embargo, la mayoría de los seres humanos parecemos no darnos cuenta de esto, sino que nos apegamos ¡tanto! a las riquezas y ganancias humanas, como si ellas lo fueran todo. De allí la sentencia del Señor: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos (los que confían en las riquezas) entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se asombran y preguntan: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Contesta el Señor: “Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible”.
No hay salvación fuera de Jesucristo, el Hijo de Dios (cfr. Domine Iesus). Para El todo es posible, aún la salvación de aquéllos que prefieren las riquezas a Dios.
Ahora bien, nuestra salvación no es posible sin nuestra colaboración; es decir, sin nuestra respuesta positiva a la gracia divina. Que el Señor, para quien todo es posible, pueda desapegarnos de las riquezas y hacer que las tengamos por “basura” al compararlas con la Sabiduría y con Dios mismo.
Siendo el 15 de octubre la fiesta de esa “sabia” Doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, cerramos con palabras suyas sobre este tema: “Aunque duraran siempre los deleites del mundo, las riquezas y gozos, todo es asco y basura comparados con los tesoros divinos” (Moradas VI, 4, 10-11).
http://www.homilia.org
#opinión: ¿Ricos, o sabios? 2/2 por: Isabel Vidal de Tenreiro
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