El 13 de septiembre pasado se cumplieron 75 años del partido político de mayor peso en la historia de Venezuela del siglo XX, y el día 28 del mismo mes los 35 años de la muerte de Rómulo Bertancourt, sin la menor duda uno de los hombres más importantes del siglo pasado. Los duros reveses políticos recibidos por este partido en las ultimas confrontaciones electorales y el repudio generalizado, por su acción como uno de los responsables de los principales males que aquejan al país, ha hecho que estas fechas sean poco recordadas. Pero como historiadores no podemos caer en la manipulación política de obviar o sacar de la historia aquellos procesos, personalidades o instituciones por razones de preferencia o pase de factura política.
Nuestra historiografía ha estado cargada subjetivamente de estas parcialidades que deciden arbitrariamente sobre que se escribe y sobre qué no conviene, una historia en blanco y negro, buenos y malos. Los historiadores socialdemócratas fueron los principales propulsores de este tipo de historia en el siglo XX. Así borraron de nuestras páginas los 27 años del gomecismo, el periodo entre 1936 a 1945, el decenio de Pérez Jiménez, las luchas armadas y movimientos populares en los años 60. Todos ellos fueron valorados con el cliché de dictaduras, asesinos y anti demócratas. Simpleza con la cual se obvia las transformaciones ocurridas en más de medio siglo.
Pero así mismo debemos rechazar a quienes, con sobradas razones, enfrentan a las anteriores administraciones políticas, pero llegan al extremo de no reconocer transformaciones positivas que evidentemente se dieron. Cómo negar la significación de A.D, junto al PCV, URD, COPEI, en la transformación del pensamiento político a partir de los años veinte, cómo ignorar la generación del 28, la acción de hombres como Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Pérez Alfonso, Andrés Eloy Blanco, Prieto Figueroa, Valmore Rodríguez, entre muchos otros, así como aquellos que perdieron su vida frente a la dictadura Pérezjimenista.
Así mismo, la mayoría de estudiosos de nuestra historia reconocen los aciertos de los primeros años de la democracia venezolana, como la industrialización, la OPEP, la masificación educativa y cultural, que contaron con el apoyo popular, manifiesto en la participación electoral más alta de América Latina Todo esto en el contexto de los enfrentamientos, golpes propiciados por la derecha y el surgimiento de los movimientos guerrilleros. Lógicamente el surgimiento de estos últimos fue producto del descontento de una parte de la población que se consideró traicionada, acusando el gobierno de A.D y Betancourt de aliados de la burguesía transnacional y del imperialismo norteamericano. Luego vendría la terrible paradoja de un boom petrolero en los años 70 pero que contradictoriamente profundizó una crisis económica, mayor dependencia externa y quizás lo más importante; la desvirtuación de nuestros principios morales.
No me importa si después de este escrito alguno me acusa de defensor de AD y de Betancourt, ya en otras oportunidades he sido víctima de estas acusaciones cuando he cumplido con mi obligación como historiador al rescatar procesos históricos como los periodos de Guzmán Blanco y el de Gómez. No ando pregonando que “con AD se Vive Mejor” y que el “padre de la democracia” es Rómulo Betancourt, lo que si es cierto es que más de 75 años, siete períodos gubernamentales, 27 años y medio en el poder, no pueden ser borrados. Hace algunos años Gonzalo Barrios llegó a decir que en Venezuela todos éramos adecos, porque este partido había penetrado (invadido agregamos nosotros) la vida de los venezolanos. Ante la derrota de 1978, Betancourt señaló: “We will come back” ,y en efecto regresaron y es que eso de ser “adeco hasta que se muera”, pareciera ser -para bien o para mal una realidad, aunque hoy más de uno carga boina roja.
Mientras que COPEI no se oye, el PCV difícilmente ha podido ser rescatado de su muerte por la V República y no se diga URD, no podemos negar que el único partido que en la actualidad tiene capacidad organizativa de ejercer una oposición democratita es AD. Precisamente, en razón de la objetividad, no podemos responder a ciencia cierta qué es peor; la hegemonía absoluta de un partido y una tendencia política que legítimamente llegó al poder, pero que ante la carencia de oposición inteligente pudiera estar cayendo en los mismo o superar los errores pasados, o por el contrario el retorno al escenario político de los principales responsables del desastre nacional.
AD Y BETANCOURT: ¿OLVIDADOS?
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