I
No existe ninguna razón que justifique el asesinato de venezolanos durante las jornadas de protesta que se han realizado en los últimos días en el país y menos si los señalados por estos homicidios forman parte de las fuerzas de seguridad que han salido a las calles a reprimirlas utilizando armas de fuego con elementos civiles investidos ilegalmente de autoridades.
En los países civilizados donde se respetan los derechos humanos se entrenan y seleccionan grupos antimotines para enfrentar manifestaciones que puedan salirse de control bajo unas normas que no permiten, en primer lugar, agentes armados u otra respuesta que pueda resultar desproporcionada . Usualmente entran en acción los camiones de agua, porras de goma, escudos contenedores.
Los agentes antimotines reciben por otra parte un entrenamiento sicológico para no reaccionar a ofensas verbales de los grupos de protesta y tienen prohibido, como dijimos antes, el porte de armas de fuego. Lamentablemente, en Venezuela, como lo estamos observando, se envían a las calles a los tipos más rudos y sin ningún tipo de preparación para enfrentar situaciones críticas.
El resultado está a la vista de todos: muertos, heridos y detenidos, en su mayoría jóvenes estudiantes que ya no soportan seguir siendo víctimas de un gobierno que, por lo visto, tiene muy poco respeto por el sagrado derecho a la vida.
II
La Iglesia ha sido también atacada por civiles armados. El Cardenal Urosa , quien ha sido uno de los defensores de la democracia, tuvo en peligro su vida cuando los llamados colectivos invadieron los predios de Dios intentando acallar su voz ante la odiosa represión que sacude a todo el país.
Ha sido la jerarquía eclesiástica una piedra en el zapato para quienes no entienden las razones por las cuales se protesta. Desde los pulpitos hemos escuchado a los obispos reclamar el cese de las respuestas violentas que reciben los ciudadanos cuando manifiestan su descontento por el visible deterioro que sufre el país.
Criminalizar la protesta y no ofrecer respuestas concretas y válidas que alivien la grave situación que padecen los venezolanos no le hace bien al régimen.
El silencio entonces se convierte en una afrenta a la memoria de los que han caído en defensa de la libertad.