Algo había llenado mi espíritu. Una alegre tristeza me embargó. Sentirme así me reconfortaba. Esta experiencia había surgido como consecuencia de muchos días sin haber podido visitarla. Era una reconfortante y alegre tristeza. Mi visita produjo en ella, en su espíritu, posiblemente inexplicables motivaciones. Las mías, aunque tristes, me reconfortaban. Sucedió como si a consecuencia de tantos días sin visitarla, estuviésemos empezando de nuevo. Todos sabemos las emociones que se experimentan cuando al fin se concreta la aceptación y formalmente se establece la noviadad. Su espíritu presente me aceptaba y el mío desbordaba su regocijo ante esta momento sentimental. La presencia mía mimetizada en esencia le dispensaba unregocijo alentador.
Había mucha gente, hombres, mujeres, niños; todos en pequeños grupos ¿familiares? Rodeados de esa santidad existencial que promueve en el alma de las familias la visita al campo de los despojos, el cementerio. Cada grupo familiar se
ocupabade hacer brillar la lápida,
de remozar la tumba, de acarrear agua para los recipientes donde se habrán de colocar las ofrendas florales. El medio silencioso acunaba el silencio sagrado de la actitud callada y devocionaria.
Tú y yo con la pareja de un hijo y su amada señora, hacíamos todo lo que los demás en la parcela donde habían quedado tus restos. El tiempo no era del tiempo. Era el tiempo de las almas que desde el inubícuo medio, sin presencia, al calor de los sentimientos correspondían las visitas sin corporeidad. Se dejaban oír en su silencio ante la calurosa presencia dispersa en la extensa sábana de aquel campo santo.
Ella se vino conmigo, las flores que habíamos colocado al borde de su lápida, restaron su presencia. Muy adentro de mis sentimientos se había acunado. Aquí, en su casa, la que amorosamente compartimos embargados con la alegría de la vida, no era posible ahora. Nos hicimos dos en una presencia.
Mimetizado en esencia y en corporeidad espiritual del alma disfrutábamos. En ese estado no estado de compartir la vida con la no vida, se había llenado mi espíritu de una alegre tristeza indescriptible. El momento se había sumado a nuestro estado. Allí se encontraban sus sentimientos, sus emociones.
El momento especial cedía para que tú sin mí y yo sin ti
Suprimiésemos ese “sin” para entregarnos en pureza, tú en mí, yo en ti. Expresados por estos monosílabos que establecen la inexpresable relación, y que en mí se manifestaba para los dos en una alegre tristeza compartida.
No podía ser de otra manera. El tiempo real contaba. Era el tiempo de ese tiempo de esta realidad perceptible. La gasa del tiempo nosenvolvía, sin embargo, presentíamos su intangible presencia.
por Carlos Mujica
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