Entre mis mejores amigos, elijo a mi perro
“Cuando usted abandona un perro porque ya “no le sirve” sus hijos aprenderán la lección. Quizás hagan lo mismo con usted cuando sea un anciano y ya “No les sirva” para nada. (K. L.)
Agradecidísima a Alicia, a Maggi y su equipo de mujeres salvadoras de los perros de la calle, por el noble gesto que tuvieron de ayudarme a encontrar padres adoptivos y un cálido hogar para la perrita Tere y sus cachorros.
No me avergüenza que sepan que mis mejores amigos son los perros, que los quiero, los defiendo y dedico mi tiempo libre a ellos cada vez que me necesitan.
Nunca olvidaré el día en que cayó aquel diluvio sobre Barquisimeto y allá dentro del pecho algo me decía: “Corre, ve a salvarlos hoy, mañana será tarde”. Eran las 3 de la tarde, todavía caía una pequeña llovizna sobre la ciudad, las calles tenían bastante agua, yo no tenía el carro en ese momento ni encontraba un solo taxi para llegar hasta el parque a ver los cachorros de la perrita que los había parido bajo un toldo improvisado por corazones generosos, hacía menos de un mes.
Pedí a Alicia que me acompañara al parque para ver cómo estaban los cachorros. Caminamos por esas calles anegadas, con una bolsa grande, toallas y cartones para abrigarlos a todos. Llegamos al parque; aquello era una gran laguna, apenas se podía encontrar un paso medio seco. Entramos y en efecto, como el presentimiento que me movió a ir allí, los cachorros se hubieran ahogado, el agua los cubría. La madre se asustó y huyó para protegerse ella. Luego, por un momento apenas se volvieron a reunir madre y cachorros felices. Era imprescindible buscarles hogar a todos.
Valió la pena haber salvado a aquellos seres hermosos, compañeros fieles en las fatigas y en la soledad, celosos guardianes, siempre alerta junto a las puertas de nuestro hogar.
¿Dónde están las fulanas entidades “defensoras de los perros de la calle?” ¿Dónde está el alcalde, dónde el gobernador y dónde el tirano que ofreció protegerlos y como ni tienen plata, ni dan votos, engavetaron la promesa, abandonando a su suerte a aquellos seres, tan venezolanos como ellos?
Día a día muchos perros mueren en la calle, gastados por el tiempo, golpeados por el hambre o las enfermedades; también les da tristeza y alegría, los tapa el barro y también el olvido, sufren igual, pero no son como humanos; a ellos no les cabe insulto mayor que esa comparación, los perros no preguntan cuánto tenemos para demostrar cuánto nos quieren; nos seguirán incondicionalmente hasta el fin del mundo sin pedir nada a cambio.
En la calle se les ve flacos, macilentos y en sus rostros tristes asoman sus muchas luchas, sus hambres y sus muchos sufrimientos, van por los caminos huérfanos de calor y de afectos.
Si algo he aprendido de sus opacas auroras, de sus hambres y malos tratos, es que solo el perro ama, cuida y vigila contento, sin cobrar por acompañarnos y querernos. No hay dinero mal invertido ni tiempo desperdiciado cuando el amor en momentos de emergencia nos empuja a beneficiar a los más desamparados, seguros de que más tiene Dios que darnos que nosotros que pedirle.
La vida es un mundo de felicidad cuando se puede abrazar a un cachorro, su carita es la de un ángel de cuatro patas. Como dijera alguien en una ocasión, hoy pienso igual que aquel hombre, que si logro vivir lo suficiente todas las partes de mi corazón serán de perro, llegaré a ser tan generosa y buena como lo es él. Mientras haya niños y cachorros habrá felicidad y fe, en un mundo plagado de crueldades, egoísmos y fríos corazones.