De Curarigua proviene este enigmático historiador, escritor y crítico literario. Nació el 25 de julio de 1887, su ascendencia familiar es símbolo de la importancia cultural de este poblado del municipio Torres, cuna de hombres ilustres.
Autor de una decena de libros editados y de cantidad de artículos de prensa, publicados en el país y el exterior. Sus familiares destacan que sus primeros estudios los realizó en su pueblo natal de la mano del maestro Torrealba, connotado educador. Estudió en el Colegio Santa María de Caracas y luego ingresó a la Universidad Central de Venezuela a estudiar medicina, lo cual frustra la amenaza a suelo patrio por parte de potencias extranjeras a las cuales enfrentó el presidente Cipriano Castro en 1904 y que llevó al cierre de las universidades.
Retorna a Barquisimeto donde el Colegio Federal, primera universidad local, había sido clausurado por el Ministro de Instrucción Eduardo Blanco, autor de Venezuela heroica, quien adujo que su instrucción era ineficiente para ser considerada universidad. Viaja a París donde padece los movimientos culturales y literarios que nunca entendería. Sus apreciaciones sobre Charles Baudelaire, Verlaine, Arthur Rimbaud, Stéphan Mallarmé, Edgar Allan Poe, Walt Whitman y al mismísimo Rubén Darío, así lo demuestran al considerarlos locos, amorales, portadores de taras genéticas; de poetas malditos, los tildó.
En París lo sorprende la muerte de su padre Rafael Silva Riera y retorna de manera intempestiva a encargarse del cuido de la Hacienda Agua Viva, en el Municipio Palavecino, inmueble sometido a una restauración recientemente.
Se forma de manera autodidacta en disciplinas vinculadas a la siquiatría y psicología. En sus libros sobre el tema, reniega de Freud.
Contrae matrimonio con la joven tocuyana Otilde Rodríguez Oropeza y procrearon siete hijos, algunos de ellos con notorio desempeño público como Carlos Rafael Silva Rodríguez, Ministro de Educación y presidente del Banco Central de Venezuela.
Su bibliografía es extensa: “Notas de viaje” (Notas de un viaje a Europa) publicada en 1913, sería su primer libro. Lo siguen “Psicología del soñador”, “Historia Crítica del Modernismo en la Literatura Castellana”, la cual le valió el reconocimiento de la muy ortodoxa Academia Española de la Lengua”. La “Enciclopedia Larense” (1941), dos tomos descriptivos de la región larense, escritos por encomienda del gobernador Honorio Sigala, también curarigueño, reeditada en tres ocasiones, la última por el presidente Luis Herrera Campins en la extraordinaria colección de Ediciones de la Presidencia de la República que permitió que incunables históricos de toda la nación fuesen reeditados. “Historia biológica de Bolívar”; “El estado Portuguesa” (1955), son otros de sus títulos.
En 1959 edita “Barquisimeto, Historia Privada. Alma y fisionomía del Barquisimeto de ayer”, donde deslumbra como memorialista y transmisor de la tradición oral que rescata para la posteridad en sus escritos. Este libro es una fuente primaria para indagar sobre el teatro, el cine, la música, espectáculos musicales, personajes y lugares del siglo XIX y comienzos del XX. Está ilustrado con varias fotografías cuya autoría es señalada por el propio Silva Uzcátegui (fotografía tomada por el autor) marcada entre paréntesis lo que despeja cualquier duda sobre esta práctica artística que ejerció como aficionado. Fotografías de la demolición de la prisión de “las Tres Torres”, la cual fue objeto de una consulta política que terminó por demolerla. En la toma, se observa como la vacían. El recorrido del tranvía de caballitos, célebre transporte de mercancía que recorría el centro de la ciudad, de la cual queda un atisbo en la calle 23. Otra de la antigua cárcel pública ubicada en la carrera 18 y otro grupo que describe eventos y lugares de trascendencia en nuestra historia regional, las cuales están exentas de identificación.
En ocasión de celebrarse 105 años de su nacimiento, el cronista de Curarigua Bernardo Yépez organizó un homenaje que tuvo como orador a Virgilio Torrealba Silva, primo de Silva Uzcátegui y gran conocedor de su obra, en el cual expuso que Silva Uzcátegui “afirmaba que Bolívar era un ciclotímico que “pasaba de alegrías excesivas a tristeza o melancolía exagerada”. Agrega que algo poco conocido de Silva Uzcátegui fue su apasionamiento por la parasicología y el estudio de Richet en París que culminó con las fotografías del llamado “cuerpo astral”. “Le fascinaba estudiar casos de premoniciones y éxtasis religiosos como los de San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Juana de Arce, la “Doncella de Orleans”. Decía “¿Cómo puede un niño como Chopin o Mozart componer preludios o sinfonías sino es debido al pre conocimiento socrático-platónico? ¿Cómo pudo Pascal inventar a los catorce años una máquina de calcular?”. De anarquista intelectual lo califica Torrealba Silva.
La escritora Carmen Yolanda Pereira de Torres en un libro sobre su paisano ofrece esta apreciación “fue un hombre de recio carácter, con figura delgada, nervioso, muy conservador, siempre planteaba una charla culta, pero llena de ironía. Algunas personas que lo conocieron consideraban que no creía en nada ni en nadie. A pesar de haber convivido con el Arzobispo Críspulo Uzcátegui, su tío, no demostró ser religioso”.
Fue miembro correspondiente de Academia Nacional de la Historia y al momento de su muerte acaecida en Caracas el 18 de diciembre de 1880, presidía la Junta Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación.