Edgar Alexander Pérez Jiménez, de 27 años de edad tenía una rutina diaria, salía todas las mañanas de su casa ubicada en Carorita y dejaba a las 7 de la mañana a su esposa en el Centro Médico Quirúrgico Hospital Privado, donde trabaja en el área de laboratorio y posteriormente iba hasta la calle 55 con avenida Pedro León Torres a dejar en la guardería a la menor de sus dos hijas, una bebé de un año.
La rutina del jueves no fue diferente, hizo lo mismo de siempre y se montó en su vehículo un Chevrolet Caprice vinotinto que tenía una semana de haberlo adquirido, cuando fue interceptado por dos jovencitos. Algunos testigos indican que eran menores y que cargaban consigo como una especie de escopeta.
Le pidieron el vehículo, aparentemente Pérez Jiménez, la palanca de aceleración no quiso agarrar y el vehículo rodó un poco, acción que aparentemente fue asumida por los delincuentes como que se estaba oponiendo al robo y una vez que se bajó de su vehículo le dispararon, comentó José Pérez, hermano de la víctima.
Así mismo Ernesto Rodríguez, amigo del joven, explica que el muchacho era una persona sumamente nerviosa y presume que no supo manejar la situación.
Lo cierto es que los sujetos se apoderaron de su teléfono celular y le dispararon.
Una persona que estaba por el lugar al ver la acción hamponil, tomó el vehículo montó al joven y los trasladó precisamente al privado. Allí fue atendido.
Según relatan los familiares, a Pérez Jiménez le dio un paro respiratorio, pero los doctores pudieron salvarlo, lo operaron, pero en plena intervención le dio otro paro del cual no salió.
Falleció a las 2:30 de la tarde del jueves.
Pérez cuenta que pudo hablar con la persona que auxilió a su hermano y este asegura que en el momento del hecho una patrulla paso por el lugar y detuvo a los dos jovencitos. Hasta ahora funcionarios del Eje de Homicidios del Cicpc han indagado y no tienen respuesta alguna sobre dicha detención.
En las afueras de la morgue y sentada esperando estaba la madre del hoy occiso, esperando le entregaran el cuerpo de su hijo.
Ella entre lágrimas decía que era mejor que su hijo se hubiera quedado con el Dodge que tenía porque nunca le había pasado nada, pero el empeño de tener un carrito mejor, lo llevo a venderlo y comprar uno nuevo.
Era el segundo de ocho hermanos y se ganaba la vida vendiendo pulpas de frutas y yogures, además se iba al negocio de su padre que era una venta de repuestos y acostumbraba ayudarlo, con su muerte quedan huérfanas dos niñas, una de dos años y la más pequeña de un añito.
Sus familiares y amigos lo describieron como un excelente padre, amigo y hijo y hermano.
“De las autoridades no esperamos nada. Le pedimos a Dios que es el único que puede hacer justicia”, recalcó uno de los hermanos de la víctima fatal.