Si al decreto de Emergencia Económica aprobado por quinta vez por el Presidente de la República, sin aprobación de la Asamblea Nacional tal como lo establece la Constitución Nacional Bolivariana, le agregamos la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que le otorga poderes políticos discrecionales, para “defender la revolución”, frente a una supuesta amenaza de intervención extranjera, más concretamente “del imperialismo y sus aliados internos”, Nicolás Maduro concentra, en su condición de Jefe de Estado, los poderes de un verdadero dictador.
Y aunque todo depende del uso que él haga de esos poderes al margen de la Constitución Nacional, en teoría tienden a radicalizar su lenguaje y a estimular la violencia de sus seguidores, especialmente de los grupos paramilitares, llamados colectivos, que le apoyan y que con frecuencia atropellan, reprimen manifestaciones pacíficas de la oposición.
Frente a esta radicalización, producto de la violación de casi todos los artículos de la Carta Magna, estará presente, enfrentándola, sin miedo, desde una posición pacífica, la democracia unida de Venezuela, hoy con el apoyo de los 20 países democráticos más importantes que forman parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea.
La activación de la Carta Democrática Interamericana, para su aplicación como último recurso al gobierno de Maduro, no contempla ninguna intervención militar en Venezuela, como tratan de hacer creer algunos de sus altos representantes, en el inútil empeño de provocar una reacción nacionalista en su defensa. Pero la presión para que se realicen elecciones transparentes, con veeduría internacional, no sólo está dirigida a hacer pensar a Nicolás Maduro en la conveniencia de un acuerdo o negociación política para superar la crisis que atraviesa el país, sino también a los chavistas que le han seguido hasta el momento en que consideren que debe ceder a un entendimiento civilizado, o irse Cuba, Rusia o China, sin descartar cualquier otro país de su agrado.
Y aunque este planteamiento no pasa de ser una hipótesis, no sólo los demócratas venezolanos aspiran y luchan por una salida democrática, sino también una mayoría de líderes del mundo occidental, que han manifestado su disposición a colaborar en esa histórica tarea, por considerar que la democracia expresada a través de las elecciones y del ejercicio del poder respetuoso de la Constitución, es la experiencia más idónea que ha encontrado la humanidad para convivir y progresar en paz.
De allí que la radicalización de Nicolás Maduro, aunque aumente la represión contra la oposición, lo aislará más del mundo democrático y lo puede llevar al colapso general de su gobierno. Todo parece indicar que el repudio a la administración del actual régimen, de más del 80% de los venezolanos encuestados, que han respondido al llamado de los Partidos Políticos que forman la Mesa de la Unidad (MUD) en las grandes manifestaciones que han convocado, la sociedad venezolana resistirá a cualquier dictadura.
Finalmente, en la época contemporánea no parecen tener cabida las viejas y criminales dictaduras, que en el siglo pasado azotaron el subcontinente americano, y que después de largos años de persecuciones, encarcelamientos y asesinatos de hombres y mujeres que pensaban distinto, después de recibir importes apoyos, de quienes creyeron en la posibilidad de un hombre nuevo, de mayores niveles de vida, terminaron negociando su salida, su renuncia, o expulsados por los desengañados y la protesta de los demócratas.