Nicolás Maduro se convirtió el miércoles en el segundo hombre más poderoso del Gobierno venezolano luego que el presidente Hugo Chávez lo nombró su mano derecha al frente de la revolución bolivariana, donde queda en primera fila de la sucesión si la enfermedad del mandatario reapareciera y lo alejara del poder.
A sus 49 años, el canciller representa el sueño socialista de que un trabajador llegue al poder. Apenas con el título de bachillerato, comenzó a manejar los buses del sistema del metro de Caracas, luego fue sindicalista, militante y por último político de primera línea en la nación caribeña.
«Mira donde va Nicolás, de autobusero (a vicepresidente). Nicolás era conductor de autobús en el Metro y cómo se burla de él la burguesía por eso», dijo Chávez, en su primera modificación del gabinete tras ganar la reelección el domingo con la promesa de llevar el socialismo a un punto de no retorno.
La carrera que inició en las calles lo llevó a ser parte de la Asamblea Nacional Constituyente que redactó una nueva carta magna, luego fue diputado y jefe de legislativo hasta 2005. Al año siguiente fue llamado al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se convirtió en el puente de Chávez para estrechar lazos con países que Estados Unidos mira con recelo.
«Maduro encarna la cultura del venezolano, es fraterno, simpático. Es un genuino hombre de su pueblo», comentó Ramón Torres Galarza, embajador de Ecuador en Caracas sobre el ahora vicepresidente, un hombre alto, fornido y de amplia sonrisa.
Como jefe de la diplomacia de Caracas, Maduro fue clave en la firma de acuerdos bilaterales con China, Rusia, Bielorrusia e Irán, al tiempo que lanzaba duros dardos contra Washington, el «imperio» enemigo de Chávez y principal comprador del petróleo venezolano.
«Obama ignora la realidad de nuestro país (…) actúa con un gran cinismo, una gran perversión. Ha heredado, lamentablemente, después de haber pasado tres años en el Gobierno, el cinismo y la perversión (de su antecesor, George W. Bush)», dijo Maduro durante la Cumbre de las Américas en Cartagena este año.
Quienes lo conocen, aseguran que es socialista «desde siempre», mientras que en los círculos diplomáticos se le atribuye ser el practicante de una «nueva forma de hacer diplomacia».
«Su capacidad para tejer consensos y vencer divisiones ha sido vital en los procesos de integración de América Latina», sostuvo el diplomático ecuatoriano.
Sin embargo, sus adversarios critican la poca preparación formal del ex sindicalista y lo ponen como ejemplo del estilo de gobierno de Chávez, al que acusan de primar la fidelidad personal a los intereses del país.
También lo señalan de formar parte de una nueva suerte de élite económica conocida localmente como la «boliburguesía», nacida a la sombra de la revolución y sus ingentes recursos.
AMIGO Y CONFIDENTE
La relación entre Maduro y Chávez es de mucha confianza y se remonta a la época cuando él y su compañera sentimental Cilia Flores fueron activistas por la libertad del militar retirado cuando estaba preso por la intentona golpista de 1992.
La buena sintonía entre ambos es pública y notoria. Chávez no ha perdido oportunidad para hacerle bromas y lo ha retado a hacer dieta y a disminuir su dosis de «submarinos», los emparedados preferidos del funcionario.
Maduro suele responder con una amplia sonrisa a los embates de Chávez, quien le felicitó por bajar «algunos gramos» tras compartir una dieta durante sus tratamientos por cáncer en Cuba.
Ese carácter sin complicaciones y su compromiso con la revolución bolivariana lo convirtieron en la sombra de Chávez. Fue uno de los pocos miembros del gabinete que estuvo en junio del 2011 en La Habana durante las dos primeras operaciones de Chávez por un cáncer en la región pélvica.
«Si me preguntas quién es el hombre de confianza, el amigo y el confidente, diría que es Maduro», sostuvo un diplomático europeo.
Pero, además de la amistad, Maduro tiene músculo político. Es un convencido de la revolución y maneja un espacio de poder fortalecido tras el nombramiento de Flores como Procuradora General de la República. También goza del respaldo de un amplio sector de la bancada oficialista en la Asamblea.
Es visto como menos radical que Elías Jaua, quien dejará la vicepresidencia esta semana para competir por la gobernación del emblemático estado Miranda y enfrentarse a Henrique Capriles, que perdió el domingo la elección presidencial frente a Chávez.
Si el presidente tuviera que separarse temporalmente del cargo, Maduro debería suplirlo hasta por 90 días, prorrogables por 90 días más.
Si la ausencia fuera definitiva en los primeros cuatro años de mandato, algo que debe decidir la Asamblea Nacional, el vicepresidente asumiría el Gobierno y convocaría nuevas elecciones.