Según las funciones específicas de la Guardia Nacional, establecidas expresamente en el artículo 28 de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada, conducirá las operaciones exigidas para el mantenimiento del orden interno del país, cooperará en el desarrollo de las rutinas militares requeridas para asegurar la defensa de la Nación, ejercerá las actividades de policía administrativa y de investigación penal que le atribuyan las leyes.
En ninguno de sus 18 artículos figura la disposición de cuidar comercios particulares o personas.
Con esta denuncia no descubro el agua tibia porque salta a la vista en la mayoría de habitantes de esta tierra bendecida por la Divina Pastora.
Tal fue la situación irregular presentada el lunes 12 de diciembre en horas del mediodía en el Banco Provincial, ubicado en el Centro Comercial Arca, cuando un vehículo perteneciente a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), llegó con cajas de billetes de la denominación de 100 bolívares, pertenecientes a comerciantes árabes y chinos.
Con el apoyo de los funcionarios castrenses, pretendían depositar el dinero en efectivo sin hacer la larga fila de personas que estaba afuera del banco.
Perdida la capacidad de asombro, observamos cómo efectivos vestidos de verde cuidan las instalaciones de un supermercado en días normales de ventas, propiedad de uno o varios asiáticos, acariciados por la adulancia del “brazo armado de la ley”, ubicado en la calle 30 esquina de la carrera 23, quienes actúan sin el mínimo temor de ser vistos, tal vez a cambio de un bulto de harina, una caja de aceite, un grueso volumen de mantequilla o papel toalé.
Descaro que pasa por encima de las “legislaciones” deshonradas constantemente entre algunos comerciantes extranjeros quienes según observadores, reciben mercancía para expender a precio justo, pero que reservan la mitad para negociar con bachaqueros, artículos que sacan en horas de la madrugada por la parte trasera de sus negocios.
El bachaqueo es el oficio más rentable actualmente en Venezuela, después de la droga, donde hasta en mercados municipales, como el Terepaima, se revenden artículos libremente en las narices del regidor, tal es un litro de aceite al precio escandaloso de 10 mil bolívares sin que nadie los controle. Dicen que ahora también circula la droga alegremente.
Lamentablemente la pobreza y marginación no las superan el bachaqueo ni la lisonja mientras existan desigualdades sociales y el gobierno consienta a los de aquí y a quienes vienen aquel clamor de “no me den, ubíquenme donde hay”, para explotar el hambre y la miseria.
Mientras tanto, todos los menesterosos presentan en común el desarrollo que han tenido que hacer en sus sistemas de vida y defensa, dentro de una sociedad que no los protege y los ignora.
Los rasgos económicos más característicos de la cultura de la pobreza son, la lucha constante por la supervivencia, empeñar objetos personales, recurrir a prestamistas que practican la usura, e iniciación precoz en la sexualidad.
El sendero más eficaz de una Venezuela camino del Guinness de la inflación, es el clímax de la ilegalidad convertida en rutina.
En este país donde hay diablos metidos a predicadores, ¿quién va a cerrar la puerta?