Las teorías políticas no conciben la democracia como sistema de gobierno sin una base de sustentación sólida asentada sobre estructuras de partidos políticos robustos, participativos y democráticos, que sirvan de correaje comunicante entre los padecimientos sociales y los centros decisorios de poder que permiten canalizar y resolver los problemas. A los efectos descritos, el eje fundamental de la acción política y de los partidos es accionar en función de la toma del poder para desarrollar sus tesis doctrinales, aguas abajo del ejercicio del gobierno. La disfunción filosófica de los partidos deviene en la prostitución de sus cuadros mediante dadivas que distorsionan sus bases éticas y doctrinales para eternizar los cogollos en el control del aparato partidista a fin de convertirlos en vulgares franquicias personales en beneficio de sus egos y privilegios. Es así como los partidos políticos pierden su vigencia histórica disminuyendo drásticamente su influencia sobre los grandes asuntos de estado. La militancia se decepciona al verse manipulada por una dirigencia vetusta y corrompida, ausente de fundamentos programáticos estructurados sobre las nuevas realidades de la contemporaneidad globalizada, que permitan motivar la permanencia y el crecimiento militante…
En pocas líneas hemos resumido lo que fueron los últimos 15 años de decadencia partidista en Venezuela durante los 40 años de proceso de democracia civil. Los vicios de fondo y la quiebra ética moral de las estructuras partidistas del viejo estatus, sin duda alguna, sirvieron la escena para la asunción al poder de uno de los personajes más dañinos que nuestra historia ha de recordar: Hugo Chávez. Su atormentada existencia y frustraciones de infancia, le crearon las vulnerabilidades psicológicas que aprovechó Fidel Castro, para desarrollar un gobierno cargado de odio y revanchismo, que luego de 18 años, arruino nuestro país y beneficio a Cuba.
Toca revalidar la permanencia partidista en este complicado cuadro de ruina y destrucción nacional. Los órganos restrictivos del poder electoral se las ponen bien difícil a los aspirantes a sobrevivir. En el fondo, más allá de una huella dactilar o la verificación de los datos personales, los venezolanos buscamos faros luminarios que nos permitan recuperar la fe. Mucho más allá de la alcabala roja como caricatura del país bizarro, las profundidades de la crisis exigen refundar los partidos sobre sus revisiones doctrinarias e ideológicas, además del obligante proceso de democratización de los cuadros de participación de sus bases militantes. Solo así, habremos cumplido en términos serios, reales y de fondo, con el compromiso de validación de los partidos políticos en Venezuela. Lo demás, es solo parte de la rutina mediática…
Mis comentarios:
.- La validación verdadera, no depende del dictamen de un CNE corrompido…
.- No se puede ser demócrata ni exigir democracia, cuando en lo interno no se practica en las organizaciones partidistas integrantes de la MUD…
.- El ejemplo entra por casa. Que las cúpulas de los partidos democraticen los mecanismos de selección de sus liderazgos internos…
.- Nadie va a salir del rancho a gastar en pasajes para validar un partido político que se ocupa solo de que su cogollo siga comiendo cochino, mientras su militancia se muere de mengua…
Pues con prudentes medidas puedes ganar la guerra, y donde hay muchos consejeros allí está la victoria…(Proverbios 24:6)