La tradición bíblica nos narra la historia del traidor. Anduvo entre los apóstoles de Jesús, por los polvorientos rumbos que dieron cimento a la fe. Presenció el génesis de un nuevo evangelio que rompía con los cánones de la tradición hebraica. Fue testigo excepcional de milagros y sanidades; que cuantificaron su irrupción entre los atavismos de una sociedad monolítica. Que hizo de la creencia en Jehová, un dogma envuelto en rollos tradicionalistas sin respuestas efectivas. El Sanedrín se sumó en la complacencia al invasor imperio romano. Judas Iscariote era el encargado de llevar los ahorros de los apóstoles, se hizo miembro de los más cercanos a Jesús, hasta que su corazón optó por cambiar a su maestro por las dádivas manchadas de su indignidad. Martirio de cruz, una forma horrenda de torturar a quién simbolizaba el camino para perderlo entre la oscuridad de las lanzas del opresor.
Al final terminó ahorcado como un ser despreciable y ruin; convertido en el símbolo auténtico del doble cara. Respetando el contexto histórico en Venezuela, estamos escribiendo otro capítulo de traición. Existe un sector del mundo opositor que quiere entenderse con la dictadura bajo el argumento del llamado diálogo. Se habla de reuniones ocultas en donde se quiere mantener a Nicolás Maduro hasta el 2019 con el compromiso de estos de permitir las elecciones regionales.
En el bunker de Diosdado Cabello en el hotel Alba Caracas, han sido vistos algunos connotados dirigentes llevando el dossier del negocio en puertas. Ya estaban a punto de firmar el documento de acuerdos hasta que la valiente María Corina Machado desenmascaró la celada y los hizo retroceder. Aseguran, aguas adentro, que varios de ellos no podían contener su rabia ante la pérdida de la oportunidad de meterse unos millones. Seres sin escrúpulos que quieren entregar al país en manos de energúmenos de la peor especie, con el tiempo los múltiples errores de un grupo que secuestró la MUD ha mutado hasta convertirse en la versión circense del PSUV.
Sus ejecutorias son igualmente la mano tenebrosa de un cogollo que impone sus caprichos a diestra y siniestra. Mientras se acuerdan en mesas lujosas llenas de exquisiteces, el país hurga en la basura para obtener algo que calme su hambre. Son miles que llevan sus necesidades incrustadas, las cúpulas dialogantes no hablan de esto. Quieren el poder político para cohabitar con la mayor de las pesadillas. No les importa dormir en brazos de la dictadura, su anhelo es obtener una migaja de poder.
Allá aquellos que perdieron la dignidad. Se arrastran como áspides de piel oscura; para poderse ocultar entre la maleza. Actúan con el sigilo propio de quienes solo le queda negarlo todo. Llenos del cocimiento mentiroso que anhelan hacerle beber al pueblo. Juegan con el miedo de la gente: son el TSJ opositor que todo lo dictamina, en anuencia marcial de un sector que perpetró el secuestro de una importante instancia del debate democrático.
Son esos dirigentes infecundos lo que andan buscando un acuerdo que les garantice la supervivencia política y económica en brazos de Nicolás Maduro, hasta el 2019 y más allá. Solo qué les falta el valor para asumirlo con grandeza. El tiempo que le regalaron al gobierno es la mejor prueba. Su gran problema se resume en: María Corina Machado, la insometible dirigente venezolana no comulga con la traición, ambos sectores del diálogo no la soportan, y hasta se han confabulado para ponerles piedras en su camino. Mientras ella se hace pueblo mayoritario, los cogollos cada día son más pequeños en respaldo social. En donde sí son formidables, es en lo profundo de sus ambiciones. Son el Sanedrín de ahora que acuerda con Judas para asesinar la esperanza. Crucificar el sueño de cambio para que Herodes Maduro prosiga escribiendo su página de horror, mientras el país es un tumulto que crece en dificultades…