En el objetivo de lograr el cambio político para salir de la crisis, ningún haber de la oposición democrática tiene más valor estratégico que la Unidad.
En Venezuela, la esperanza de que el cambio que el país necesita y cada vez exige con más impaciencia, reside en la existencia de una alternativa democrática fuerte, capaz de vencer a un gobierno deficitario en escrúpulos y que si bien ya no es superavitario en recursos, como fue y dejó de ser por obra de su desorden, derroche y corrupción, sigue teniendo más que quienes impugnan sus políticas y luchan por sustituirlo. La Unidad es la base de la credibilidad de esa oposición. Tanto de la credibilidad interna, el factor clave, como de la credibilidad internacional, cada vez más importante en el mundo actual. De afuera no vendrá la solución, que es nuestra responsabilidad intransferible, pero sí pueden y deben venir los apoyos para lograrla, primero y para consolidarla, después.
La Unidad es la fuerza. No sólo por lo que dice el viejo dicho “En la unión está la fuerza”, que no es poca cosa. Sino porque está demostrado que es más que la suma de las partes y que ningún liderazgo, por muy popular, prestigioso, capaz que sea, puede imponerse sin los demás. Nadie cree sinceramente que sin estar juntos se pueda. Nadie en la ciudadanía que quiere cambio, y por eso la unidad es un reclamo tan fuerte. Y, seriamente, tampoco entre líderes y dirigentes, que a lo sumo soñarían en la posibilidad de colarse, colocarse en posición preeminente y forzar a los demás a resignarse a apoyarles.
Los cambios de estructura y de elenco, posibles, necesarios y bienvenidos, funcionarán si esta claridad estratégica elemental alimenta la cohesión indispensable para una etapa que luce muy pero muy exigente.
En la ruta a recuperar para el pueblo su derecho al voto, hay que cuidarse mucho de las trampas que irán poniendo en las curvas y recodos, porque no se trata de un camino recto, una autopista bien iluminada, señalizada y pavimentada. Me parece que una es esa de la “legalización”, que busca dividir estimulando la competencia entre nosotros y al final, sembrando sospechas hacia quienes lo logren, si es que alguno lo lograra. División y desprestigio con los que acentuarían la táctica de desconfianza y desaliento entre los votantes, para reducir el costo de sacar del juego a lo que de verdad temen, que es la tarjeta de la Unidad.
Porque a la manito le tienen mucho miedo. Lo cual aconseja no dudar ante la prioridad estratégica cuando se enfrenta a gente tan mañosa. Todos los esfuerzos nacionales e internacionales, concentrarlos en fortalecer la Unidad y sus instrumentos. Si a esa se le atrevieran, ¿qué no le harían a los símbolos de partidos aislados compitiendo entre sí?
Si la Unidad es la clave, la clave es la Unidad.