Escribo para los que viven, no para los autómatas, que creen que viven pero hace tiempo mueren, una muerte prolongada, de pragmatismo e indolencia.
Más que la crisis me importa el amor, la primera produce hambre, la segunda produce vida. Al final, la primera es consecuencia de la segunda, no habría hambre si prevaleciera el amor. Si más que nuestras avaricias nos importaran más los Otros. Si cediéramos un poco mas de nuestro tiempo e intereses, cuántas cosas no podrían resolverse.
El pobre, el excluido, las victimas, muchas veces más que un trozo de pan lo que requieren y exigen es un poco de amor y respecto. Si prevaleciera el amor no habría injusticias, desigualdades, guerras. Creo que el amor no es solo ese sentimiento apasionado que nos descarna por otra persona, por lo que estamos dispuestos hasta a morir. Creo que el amor debería ser más amplio. Ir más allá de la satisfacción de mis propios intereses.
El amor debería estar presente en todo lo que hacemos y vivimos. Cuando ves a un niño en la calle, cuando ves a un anciano que mitiga cariño, a un amigo necesitado, allí tiene que haber amor, no lastima, ni consideraciones. Cómo ser indiferente a los problemas de tu familiares, de tus amigos, de los vecinos del barrio, ante los problemas de país, de las injusticias del mudo? Cómo no amar la naturaleza, que es el primer amor junto a la madre, a la que hemos venido perdiendo por nuestras ambiciones. ¿Cómo vivir bien si el otro no lo está? No es altruismo, es necesidad, es obligación.
El hombre por más mediatizado y enajenado que este es sentimental, llora sufre, ríe, ama. Sin embargo, por qué tanto odio en el mundo, tantas guerras, tanta violencia?.
Pero peor que el odio es la indiferencia, y vuelvo los recuerdos a la bella letra del bolero “Ódiame” de Enrique Bunbury, interpretada magistralmente por el trío Los Panchos, que dice: “Ódiame sin medida ni clemencia. Odio quiero más que indiferencia porque el rencor hiere menos que el olvido. Si tú me odias quedare yo convencido de que me amaste mujer, con insistencia. Pero ten presente de acuerdo a la experiencia que tan solo se odia lo querido”.
¿Por qué no enamorarnos y mantenernos enamorados como los quinceañeros de antes? Una bella y eterna adolescencia, no para el consumismo y los vicios como ahora, sino esa juventud apasionada, que se entregaba totalmente, tanto en las relaciones de pareja como en la rebeldía política y el compromiso social.
Por qué perdemos esa llama?, la racionalidad y las múltiples responsabilidades nos amarran y cohíben. Por qué complejizamos al amor. Es complicado, claro, son seres distintos que se relacionan, pero lo complejizamos mas cuando lo racionalizamos. En nuestras agitadas vidas racionalizamos el amor: desde el tiempo de los encuentros, hasta los contenidos de los diálogos.
Hemos también comercializado al amor , muchos lo han convertido en una mercancía mas, y no me refiero solo al día de San Valentín, es el día a día, desde los centros comerciales, la publicidad en los medios, hacen del amor un negocio. Como dice la canción de Manolo Escobar: “el cariño verdadero ni se compra ni se vende”. Continuará…