Hace muchos años, tendría yo alrededor de 13 ó 14, hice una inolvidable excursión a medianoche. Salimos de San José de Costa Rica en autobús y al poco rato estábamos al pie de nuestra subida, en esa época no había carretera hasta la meta. Comenzamos a trepar montaña y no tardamos mucho en encontrarnos con la llamada Cuesta de los Arrepentidos, pues desde allí, algunos se devolvían. La vegetación iba desapareciendo mientras crecía un olor a azufre y pisábamos un polvo gris. Un bosque fantasma nos salió al paso, había crecido allí en un período de calma y luego fue arrasado, sólo quedaban los troncos y ramas desnudos, negros esqueletos en súplica hacia el cielo. Ya todo era ceniza y me envolvía la sensación de una avasalladora y extraña presencia. Al amanecer alcanzamos la cúspide, ante nosotros, muy abajo, un inmenso playón frente a un abismo oscuro, a la derecha un lago impasible y sombrío. Fuimos bajando con dificultad para alcanzar esa lúgubre playa mientras del gran agujero misterioso salía, cada cierto tiempo, un humo ralo y gris: el gigante fumaba. De pronto, un espantoso estampido y el playón se estremeció, volví la cabeza y en lugar del tenue vapor salía un tropel de ovejas blancas atropellándose por alcanzar la libertad. Alguien gritó: ¡nos vamos a ahogar! Otro tranquilizó: no, el viento sopla para el otro lado. Los que tardaron casi una hora en descender hasta la boca negra, ascendieron al playón en diez minutos, los rostros pálidos. ¿Qué había pasado? Simplemente nos daba la bienvenida, afirmando su dominio, el majestuoso volcán Irazú.
¿A qué viene ahora este lejanísimo recuerdo? No sé, pero siento en el ambiente nuestro una ira volcánica. El chileno Fernando Mires publicó un memorable artículo sobre el arte, la política y Gustavo Dudamel y se armó la de San Quintín entre la intelectualidad y no intelectualidad venezolana. Hasta el serio y ponderado investigador y crítico teatral Leonardo Azparren, rebatió a Mires airadamente y éste, tan excelente y justo analista político, le respondió no menos destemplado, hasta con una palabra grosera. ¿Qué es esto? Las redes sociales trinan con dimes y diretes. Me cuentan, porque yo sólo tengo Internet, me horrorizan esos medios de comunicación llamados inteligentes porque, encima de que más bien incomunican, sirven sobre todo para la impudicia y caerse a dentelladas en pleitos por mensajes. Me quedo con el boxeo o las trompadas callejeras a mano limpia, al menos no hay cobardía escudada por la tecnología.
Esa irritabilidad general producida por la dolorosa circunstancia que atraviesa Venezuela, no nos lleva a ninguna parte, gastamos pólvora ni siquiera en zamuro, sino en asuntos baladíes. Empleemos esa energía en acabar con esta situación, en una lucha tenaz y decidida porque en nuestra patria vengan a reinar la libertad, la democracia, la justicia y la paz.
Amigo tico volcán Irazú -¡qué acertado tu nombre aunque no sé qué es zu!-
Agradezco que tu recuerdo, tan vivo en mí, me haya inspirado este artículo.
Ahora quizás seas sólo un paisaje, pero te ruego comuniques, en dirección correcta, tus antiguas iras a mi pueblo… a ver si reaccionamos… ¡hacia una acción adecuada, justa y eficaz!
