Las armas de los que creemos y promovemos la Democracia son la participación y el voto, son acciones vitales para su progreso y estabilidad, dejar de creer en ellas es dejar también de creer en la Democracia, siempre es bueno recordar estas premisas porque algunos desorientados constantemente las ponen en peligro, conscientes de que no es un sistema perfecto, es capaz de brindar bienestar en Paz, que ya es bastante en un mundo cada día más violento.
Desde que inicio el 2017, el Gobierno de Nicolás Maduro ha tomado medidas que profundizan un modelo de Estado que se aleja del Estado Democrático que conocemos, con persecuciones políticas, bajas militares, discurso agresivo y sentencias que golpean la institucionalidad, el Gobierno pretende instaurar una revolución que hoy más que chavista luce castrista.
Ante la pérdida de popularidad, el Gobierno usa los cañones como mecanismo de supervivencia, conscientes que el proyecto del plan de la patria esta derrotado popular e internacionalmente, intentan perpetuarlo con un modelo fracasado en resultados económicos y sociales pero exitoso en la permanencia del poder.
Estamos en el siglo 21, la guerra fría culmino, los escenarios internacionales son distintos, la geopolítica mundial cambio, pretender instaurar un Estado comunista al estilo cubano, hoy no tiene cabida, sin embargo, es necesario usar con inteligencia las herramientas que nos otorga la Democracia.
El Gobierno está atrapado en un callejón sin salida, alardea de su espíritu democrático pero no es capaz de hacer ningún tipo de evento electoral, porque la derrota seria estruendosa, quizás más avasallante que las del 6 de diciembre de 2015, es tarea primordial de la oposición llevar al Gobierno al terreno electoral, para ello será necesario la presión social organizada en la calle, en donde los partidos políticos deberán abrir las puertas a la sociedad civil, suprimir su egoísmo y darle participación a factores externos, incluyendo a la disidencia chavista.
Arrastrar al Gobierno al terreno electoral, significa desenmascarar nacional e internacionalmente a un Gobierno que sistemáticamente manipula con petrodólares toda situación que le es adversa a su proyecto de perpetuarse en el poder.
El reto histórico de la oposición es mantener la lucha dentro de las reglas de la Democracia, salir de ella es exponerse a algo peor de lo que ya tenemos, tarde o temprano, la presión social enmarcada en los parámetros constitucionales, obligaran al Gobierno nacional y las instituciones secuestradas que lo mantienen a ir al escenario electoral, en donde saldrán derrotados, tal como ocurrió con Pérez Jiménez en el plebiscito fraudulento de 1957, el fraude electoral seria la peor opción del Gobierno.