Durante el transcurrir del comienzo de la presente década, el organismo rector de las comunicaciones CONATEL, tomó una decisión que esperábamos desde hacía mucho tiempo, y esta tuvo que ver con la suspensión o sacar fuera del aire a algunas telenovelas reñidas con la moral y las buenas costumbres, las cuales eran trasmitidas por algunos canales nacionales.
Quienes estamos vinculados a los medios de comunicación sabemos, cuales son las principales funciones de los medios: informar, entretener y educar, sin embargo, lo referente a la función educadora se ha convertido en una falacia nada edificante.
Así tenemos, como algunos canales de cobertura nacional y regional manejan una parrilla de programación con ausencia total de programas de corte cultural o educativo, y con una presencia abrumadora de enlatados importados o criollos, contentivos de “culebrones” basados en historietas inmorales y deformadoras de nuestros valores.
En un tiempo se hizo algo común ver en la pantalla chica a los más conocidos “capos de la droga”, o las más encumbradas “prostitutas” de un submundo decadente y desvirtuado de la realidad, lo cual resultaba totalmente incomprensible, dada la existencia de una Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión.
Sin embargo, para nadie es un secreto que esta Ley Resorte haya sido limitada únicamente al contenido político de los programas de opinión, obviando regular o supervisar todo cuanto aparece en la pantalla chica de las plantas de televisión.
Si evaluamos cuanto acontece en nuestra sociedad actual, con el desmembramiento de las familias, la pérdida de valores fundamentales, el incremento de la inseguridad, el consumo y tráfico de drogas, la vinculación cada vez mayor de adolescentes y menores de edad en violaciones, homicidios y toda clase de delitos, se hace necesaria, una mayor orientación por parte de los medios de comunicación.
Creemos ha llegado el momento de aplicar correctivos al “huésped alienante”, como calificara la Prof. Martha Colomina a la televisión, a fin de que se cumpla cabalmente el propósito de su origen y sirva de ente formador de las nuevas generaciones.
Finalmente, debemos evitar que ocurran otras aberraciones relacionadas con este tema, cuando nos ha tocado presenciar como han sido plagiados los nombres de excelentes textos de la literatura venezolana a decir: Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, Cuando quiero llorar no lloro de Miguel Otero Silva, sin que el contenido mostrado tenga nada que ver con el contexto original de dichas novelas. Valor y Pa´lante.