#Opinión:Yo no voy a votar por Tomas Horacio Hernández

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Yo no voy a votar porque no tengo con quien dejar a los chamos. Yo no voy a votar porque mi voto siempre lo pierdo. Yo no voy a votar porque tengo que trabajar ese día. Yo no voy a votar porque mi centro queda muy lejos. Yo no voy a votar porque el viaje a Nueva Orleans es muy largo. Yo no voy a votar porque todos los políticos dicen lo mismo. Yo no voy a votar porque puedo perder mi trabajo. Yo no voy a votar porque a mi pareja le da fastidio acompañarme.

Estas excusas, estas falsas justificaciones y muchas más, las he escuchado varias veces en esta campaña. El voto es un derecho y un deber ciudadano, pero es una acción que a pesar  de que afecta de una u otra manera al colectivo, es tan personal como visceral.

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Hay personas que buscan justificar su decisión de no ir a votar llevando su excusa al plano personal; a su zona de confort. Hay otras que buscan huir de la política como si esta fuese una enfermedad terminal. Y hay otras que simplemente se encierran en un mundo paralelo, en el cual para ellos sólo importan sus asuntos privados.

Sea cual sea la razón para no ir a votar el domingo, a estas personas sólo se les puede llamar de una manera: idiotas. Para los griegos, un idiota era una persona que sólo se ocupaba de lo suyo, sin meterse en la política e incapaz de ofrecer algo para los demás. Pero en Venezuela, hasta ser idiota es difícil, por no decir imposible.

Vivimos en un país cuyos problemas son estructurales. La inseguridad nos afecta a todos los venezolanos, sin importar si eres rico o pobre. Puedes andar en una camioneta blindada o utilizar el transporte público, pero siempre vas a ser vulnerable, al menos una vez al día. La inflación también nos afecta a todos. A los que no tienen un trabajo formal claramente los afecta más, pero el hecho es que son pocas las personas que llegan holgadas económicamente al final del mes. Y pudiese escribir al menos 10 ejemplos más de cosas que afectan a la mayoría de los venezolanos sin importar su estatus socioeconómico.

Por eso es inexplicable que alguien, en la única oportunidad que tiene de hacer valer su voz, en la única oportunidad donde la igualdad  del rico y el pobre se cumple a cabalidad, decida que su mejor opción es quedarse callado.

Aunque podamos y queramos evadir la realidad, no podemos evadir las consecuencias de evadir la realidad. Parafraseando a Ayn Rand nos damos cuenta que esta idea está más vigente que nunca hoy en Venezuela. En nuestras manos está la posibilidad de tomar una decisión que cambiará el rumbo de nuestro país. Para bien o para mal, Venezuela después del 7 de Octubre no volverá a ser la misma.

Nos quedan poca horas para tratar de convencer a algunos idiotas más. Cada idiota que logremos convencer es un voto más. Es un venezolano más que se expresó y alzó su voz. Ese es el reto que tenemos.

Sea cual sea el resultado del 7 de Octubre, el día siguiente amanecerá y tendremos que convivir juntos, rojos, amarillos, azules e idiotas. Si eso es así, tratemos al menos de ponernos de acuerdo en escoger quien va a tomar las decisiones en este bochinche.

¡A buscar idiotas y a reconstruir el país!

En twitter: @TomasHHR

 

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