Sencillo sería hablar como artista y decir todas las veces que hemos recibido apoyo incondicional de una institución que ha apostado todo por esta región; y es que hablar de 113 años escribiendo historias, es una tarea encomiable y aún con tanto prestigio, las puertas han estado abiertas para todos los que hacemos vida en este medio, TODOS.
Ahora como periodista, el sentimiento de frustración cada vez que un medio debe bajar su santamaría sea por la razón que sea y por el tiempo que sea, te lleva a los días de estudiante donde las discusiones de veracidad y objetividad quedaban opacadas por una subjetividad inherente a todo ser pensante, por lo que no cabe justificar «un cierre» por la diversidad de criterios.
Pero hoy hablo como ciudadano del mundo, como venezolano, como larense y más aún como barquisimetano; hablo como cualquiera que muchas veces bajó la ventanilla de su carro para gritar al vendedor «Hey dame EL IMPULSO»; hablo como lo haría alguien que junto al café de la mañana ya no tendrá su acompañante silente, de finas hojas y mucho contenido.
Y no se trata de apoyar ideologías, no es la defensa de una línea editorial, es la inconformidad por restricciones periodísticas, por el cierre de ventanas, por las luces que se siguen apagando. Basta de chantajes; el juego no puede estar arreglado por el dueño del balón. La crítica se hace necesaria para encarrilar caminos torcidos.
Yo estoy con EL IMPULSO y exijo que se le presten las condiciones para seguir dando vida a la palabra, a la crítica y porqué no, a la equivocación; que nos permita encarar momentos históricos, apoyarlos, discutirlos, contradecirlos, pero no que se pierda otro medio simplemente por ser piedra en el zapato. Sé que muchos estarán de acuerdo, sé que otros tantos no, pero es esa la libertad de expresión de la que tanto se nos ha hablado y que hoy más que nunca, toca poner en práctica.