El último espejismo

-

- Publicidad -

Para vivir felizmente engañados solo es necesario el encuentro entre el miedo y el idealismo.

Venezuela siempre ha sido tierra de gracia y ensueños colectivos. Es bien sabido que esta parte del planeta no fue más que un accidente en la ruta de Colón hacia las especias indias.

- Publicidad -

Debido a este malentendido originario, tanto para el poder colonizador como para sus autóctonos, América representó el motivo de inmensos desengaños.

El primer espejismo americano surgió en la forma de un edén terrenal habitado por aborígenes de pureza ilimitada. Vasto territorio idílico, sede de la fuente de la eterna juventud, habitado por extraños seres con la cara en el pecho y amazonas de piernas escamadas.

Ya entrado el siglo XVI surge en el imaginario conquistador otra gran ilusión. Se trataba de un reino legendario donde el oro llenaba vastos espacios y cubría el cuerpo de personas y animales sagrados.

Los Welser, expedicionarios alemanes, dedicaron años a la sacrificada búsqueda de la mítica comarca de El Dorado en Venezuela. Federman, Alfinger y Spira recorrieron extensamente los lares donde hoy continúan erigidas El Tocuyo, Carora y Barquisimeto. No obstante, ninguno de los germanos logró llenar ni una botija con el áureo metal.

Ya en tiempos de emancipación, una voz patriota se alzó por encima de las de otros blancos criollos, para convencerlos de la posibilidad de alcanzar un sueño llamado la República de Colombia. A este espejismo creado por el delirante Bolívar se le llamó mucho después la Gran Colombia.

Como todo ideal, sin asidero en la realidad objetiva, el Estado cuyo poder centralizado en Bogotá, regiría los destinos de provincias tan lejanas y diversas como Cumaná, Quito y Santa Cruz de Bolivia, se convirtió en un proyecto inalcanzable.

La República de Colombia de El Libertador motivó largas disputas intestinas y ha sido el principal motivo de la eterna frustración de los bolivarianos.

A mediados de los años 70 del siglo pasado, cuando la democracia representativa parecía consolidada en Venezuela, un presidente socialdemócrata, ante el diluvio de dólares ingresados repentinamente por causa de la renta petrolera, quiso hacer realidad otra quimera: La Gran Venezuela.

Además de reducir la pobreza, Carlos Andrés Pérez prometió administrar la repentina abundancia con criterio de escasez. Sin embargo, a la larga el resultado fue muy diferente al originalmente planteado.

El considerable crecimiento económico experimentado en esos años no fue acompañado de un desarrollo humano sostenible que ofreciera amplias oportunidades de superación a los marginados de siempre.

Tampoco mejoró la eficiencia en la gestión pública. Muy por el contrario, la corrupción administrativa, pública y privada, alcanzó niveles nunca antes vistos.

El populismo y la demagogia afianzaron las lacras del clientelismo, el sectarismo y la marginalidad al golpear con mayor dureza la autoestima del venezolano. El sistema puntofijista había sembrado el germen de su propia destrucción.

Es común entre quienes sufren los rigores de la aridez comenzar a ver ilusiones consoladoras en el horizonte.

La nueva centuria fue recibida por una Venezuela enormemente empobrecida y enferma de esperanza.

El caudillo de turno, un golpista frustrado, demagogo como pocos, ultrapopulista convencido en su rol de salvador de la patria, supo aprovechar el caudal político emanado de un ancestral resentimiento colectivo.

Durante sus años en el poder, el finado Hugo Chávez, no descansó nunca en su empeño de llevar el odio, la división y la rancia utopía socialista a los hogares venezolanos.

Sobre este último espejismo venezolano, nombrado Socialismo del siglo XXI, se proyectaron las sombras de fantasmas históricos.

El socialismo del siglo XXI no es más que una representación mitológica donde confluyen vestigios del Paraíso Terrenal, El Dorado, la República de Colombia de Bolívar y La Gran Venezuela, junto a la metafísica marxista, cuyo pretendido propósito ulterior es el surgimiento de una sociedad de hombres “nuevos” e igualados gracias a la lucha de clases.

Esa baratija ideológica empezó a desvanecerse en las mentes de millones de venezolanos en 2014 por los efectos perniciosos causados por la abrupta caída de los precios del crudo.

La terrible realidad de ser un país pobre, enfermo, hambriento y dependiente es una pedrada cotidiana en el ojo del ideario chavista.

En poco más de dos años los venezolanos hemos llegado a la deplorable situación de ser la vitrina del mal ejemplo para el resto del mundo. Todo lo que una administración debe hacer para desarrollar su nación, en Venezuela es obviado por la pandilla gobernante. Todo lo que un país debe evitar para garantizar la salud pública, es cumplido fielmente por la dictadura de Nicolás Maduro.

Al recobrar una visión libre de ideologías, la mayoría de los venezolanos tendremos la oportunidad histórica de enrumbar nuevamente al país hacia la democracia y el desarrollo para todos.

Pulsa aquí para apoyar la libertad de expresión en Venezuela. Tu donación servirá para fortalecer nuestra plataforma digital desde la redacción del Decano de la Prensa Nacional, y así permitir que sigamos adelante comprometidos con la información veraz, como ha sido nuestra bandera desde 1904.

¡Contamos contigo!

Apóyanos aquí

- Publicidad -

Más leido hoy

- Publicidad -

Debes leer

- Publicidad -
- Publicidad -