Hace 5 años para esta misma fecha, cité las conclusiones de Gabriel García Márquez acerca de la Navidad. Pero, son consideraciones que siguen vigentes. Sobre todo, en el campo religioso y espiritual. Por cuanto la verdadera Navidad ha sufrido y sufre permanentemente el ataque del enemigo para que no llegue al corazón del ser humano.
La verdad no aspiramos unanimidad con nuestras convicciones, pero seguro, en la mente de millones fluctúa la idea, que la Navidad ha perdido su sentido profundamente espiritual. Ven como su esencia, que es Cristo Jesús crucificado y resucitado, ha desaparecido del corazón de las familias y ha sido ocupado por fetiches, aún sin darse cuenta. Hasta los credos cristianos han adoptado en sus ritos, los valores foráneos de origen pagano y así lo trasmiten a sus feligreses, formando una gran cadena de distracción a lo esencial: obediencia a la Palabra. Si, vemos como sucumben en el pasado y pasan a la historia, costumbres que a pesar no ser bíblicas, por lo menos respondían a la inocencia espiritual de la familia latinoamericana, como lo expone el citado escritor.
“Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una devastadora agresión cultural. El niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papa Noel de los franceses, y a quienes todos conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce, y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador con nariz de cervecero no es otro que el buen san Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de la América Latina”.
Algo similar ocurrió con el Señor Jesús cuando hacía su entrada a Jerusalén el día de pascua. Él se detuvo unos momentos en la colina, contempló la ciudad sagrada y con lágrimas en sus ojos vio el futuro que le esperaba a su pueblo, que como hoy lo rechazaría. “Cruzando los siglos con la mirada, vio al pueblo del pacto disperso en toda la tierra, «como náufragos en una playa desierta.» Vio como el primer trago de la copa de la ira que en el juicio final aquel mismo pueblo deberá apurar hasta las heces. La compasión divina y el sublime amor de Cristo hallaron su expresión en estas lúgubres palabras:
«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! !cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!» (S. Mateo 23: 37.) !Oh! !si tú, nación favorecida entre todas, hubieras conocido el tiempo de tu visitación y lo que atañe a tu paz! Yo detuve al ángel de justicia y te llamé al arrepentimiento, pero en vano.
Rechazaste al Santo de Israel, tu Redentor. Si eres destruida, tú sola tienes la culpa. Elena de White. Hoy, hace el mismo llamado a la humanidad. Una súplica desesperada a rectificar la conducta que llevamos y a la forma como estamos tomando la Navidad que es Cristo Jesús». Así, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, y vengan los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor”. Hech.3:19 Hasta el martes Dios mediante.