“La familia en los tiempos modernos, ha sufrido quizás como ninguna otra institución la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. Muchas familias viven esta situación, permaneciendo fieles a los valores que constituyen el firmamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras en fin, a causas de diferentes situaciones de injusticia, se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales”. (La familia cristiana en el mundo actual, 1).
Esta visión, tan completa de la familia, que nos ofrece el Santo Padre nos señala que el núcleo familiar atraviesa una situación delicada de revisión y ubicación.
Por ello el Concilio Vaticano II, nos recuerda: Aparecen discrepancias en las familias, debidas ya al peso de las condiciones demográficas, económicas y sociales, que surgen entre las generaciones que se van sucediendo” (la Iglesia en el mundo actual, 8).
Así pues, de la antigua familia con primacía de autoritarismo, se está pasando rápidamente a un nuevo tipo de familia, en donde desaparece aquella despótica autoridad paterna del dominio sobre la esposa e hijos, y se acentúa tanto en el sentido afectivo y realizante de las relaciones conyugales como el valor de las personas, ya sea el padre, la madre o los hijos. De esta forma nos aproximamos a una familia con más sentido democrático, más confianza entre los esposos y más dialogo con los hijos, en fin de mayor amistad y corresponsabilidad entre todos.
La familia, nos dice Juan Pablo II, tiene como misión: “vivir fielmente la realidad de toda la comunión con el empeño constante de desarrollar esa autentica comunidad de personas” (FCEMA 18).
Por lo tanto hacer del amor el fundamento de esa comunidad, llamada familia.
En segundo lugar, la familia es un servicio a la vida, es la participación de los esposos en el poder creador de Dios.
Por ello la fecundidad familiar, es el fruto del amor entre los esposos, que debe crecer en una fecundidad espiritual.
También la familia tiene una misión particular en el desarrollo de la sociedad. Por ello, no se encierra en sí misma, sino que se abre a las demás familias y a la sociedad toda, asumiendo, la promoción humana.
Por último, la familia tiene la misión de participar en la vida y misión de la Iglesia; el hogar cristiano es la Iglesia domestica; por tanto está puesta al servicio de la edificación del Reino de Dios en la participación y misión de la comunidad eclesial.
Construyamos pues, familias auténticas, protejamos esa comunidad de amor y fe y así defenderemos la sociedad humana, desde Jesús, José y María.
A todas nuestras queridas familias, les deseo un año lleno de amor, fe, libertad y hermandad.
Papa Francisco explica lo que deben expresar los regalos en Navidad
El Papa Francisco explicó el simbolismo de los regalos que habitualmente las personas se obsequian en Navidad, además de reflexionar sobre el trabajo y la apertura que se debe vivir a la gracia de Dios.
…“agradecer con ustedes al Señor por todos sus dones. Porque es cierto que en estos días se piensa en los regalos de Navidad, pero en realidad quien hace el verdadero regalo es Él, nuestro Padre, que nos dona a Jesús”.
“Y nuestros regalos, esta bella tradición de intercambiar dones, debería expresar justamente esto: ser un reflejo del único don que es su Hijo hecho hombre y nacido de la Virgen María”.
El Papa agradeció también al Señor por el don del trabajo que es “importantísimo ya sea para la misma persona que trabaja así como para su familia. … debemos siempre agradecer a Dios por el trabajo”.
Evangelio
Juan (1,1-18): En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Palabra del Señor. Gloria a Ti, Senor Jesus.