No pretendo hacer culto al gomecismo, mi propósito es contribuir en una discusión de carácter histórico, sobre el período gomecista que ha sido parcialmente tratado por una historia oficial, fundamentalmente por los historiadores políticos socialdemócratas, que tras la asunción y dominio del poder descargó este período con todos los males habidos y por haber. La violencia de la dictadura; presos políticos, el cierre de las universidades, la inexistente libertad de expresión, los asesinatos, los exiliados, el nepotismo, son eternamente condenables, como condenable es la actitud despótica y corrupta del guzmanato. Igual de condenable deben ser las posiciones represivas en la era de la democracia representativa y la no solución de problemas fundamentales como: salud, educación, alimentación.
El trabajo del historiador no es el de juzgar y sentenciar, o la de un sacerdote que perdona o culpa, se trata de investigar y exponer a la luz pública la significación, la trascendencia de un período determinado. El gomecismo hay que estudiarlo dentro de su contexto nacional e internacional, es decir, la política de alianza (o entreguista) internacional es fácil denunciarla hoy, pero distinto es ubicarlo en el tiempo, frente al poder de las potencias, fundamentalmente la norteamericana, que con la política de Roosevelt “del Gran Garrote”, invadía y se involucraba en asuntos internos de países de la región con menos importancia económica y estratégica que el nuestro. Es fácil juzgar sobre la violencia pero también es necesario ubicarse en lo que representó las continuas guerras, alzamientos militares de caudillos a lo largo y ancho del país durante más de medio siglo.
Ahora, “la violenta y despótica dictadura” -el cliché más utilizado con el que se pretende sintetizar 27 años en la historia nacional- tendrá que ser analizado con “ojos nuevos”, con la ventaja que ofrece el no haber sido ni víctima ni beneficiario de la dictadura. Sí esta discusión se inicia habrá que discutir sobre la entrada de Gómez al Panteón Nacional, tal como se hizo con Guzmán Blanco, cuya significación y trascendencia histórica no dudamos en calificar de inferior a la de Gómez. Con toda seguridad la entrada o no de Gómez a este recinto dará pie a otras discusiones, por ejemplo: ¿quiénes después de 1936 tendrán este privilegio?