Algunos propalan la idea que el régimen “gana tiempo” y “obtiene oxígeno” simulando conversaciones con la oposición. Y surgen dos preguntas: ¿Qué oxígeno? Y, ¿tiempo como para qué?
Si por “tiempo” quieren decir pasar la fecha legal para un efectivo referendo revocatorio, es de notar que en política los plazos reales los genera la propia dinámica de acontecimientos y factores, sobre todo en sociedades donde la justicia se adapta al poder como plastilina al molde.
Cuando los verdaderos factores de poder aquí lo decidan –sobre todo esos que históricamente siempre han tenido la última palabra– aparecerá un manto jurídico que arropará “legalmente” cualquier desenlace en las fechas y formas que convengan. Para ello hay que accionar en todos los frentes para obtener el resultado.
¿Qué popularidad o legitimidad podría ganar un régimen probadamente fallido con más tiempo? Un cínico incumplimiento de acuerdos pactados no hace más que deslegitimarlo aún más, dentro y fuera del país.
Los zarpazos y desplantes que muchos señalan como muestra de un régimen “atornillado”, no son sino rabiosos exabruptos, patadas de ahogados para retener a sus más irreflexivos fanáticos, totalmente contraproducentes a la hora de gobernar.
Lo central es el tema económico: El sistema neocomunista –además administrado por incontables prototipos del principio de Peter– va camino al colapso y no funciona ni con petróleo a US$ 100, por más parches que se puedan ahora anunciar a nivel de la OPEP o con nuevos cuentos chinos.
El único oxígeno económico posible para el experimento fracasado es una masiva inyección de rescate financiero internacional, conservadoramente estimado en US$ 30-40 mil millones: Un aporte con que no se podrá ni soñar hasta tanto impere una institucionalidad legítima que brinda credibilidad y garantías.
Tal rescate exige requeriría cumplir con todas las de la ley, con la ineludible aprobación de una legítima Asamblea Nacional. Quienes aportarían jamás aceptarán írritas sentencias juridiciales, sin garantía alguna de cumplimiento futuro. Ese eventual aval legislativo es la carta dorada que la oposición tiene en sus manos para el momento de una verdadera negociación.
El tiempo siempre obra en contra de un sistema fallido y desgastado. Cada minuto que pasa en el marasmo de las condiciones actuales fortalece la vacuna social contra futuras recaídas paternalistas y populistas. Los actuales sacrificios deben servir para hacer efectivo aquel duro dictamen del propio Stalin: “al enemigo no basta con matarlo, primero hay que desacreditarlo por completo”.