ESPECIAL En diciembre aumentan los decibeles

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Imaginarse cualquier ciudad en el mundo sin tener la alegoría de ruidos ensordecedores, es casi imposible. Los millones de sonidos que experimentamos a diario son muestra de las tantas actividades que hacemos cotidianamente, pues somos causantes de él. Cada vez que existen interacciones entre elementos o simplemente usamos nuestra garganta para llamar la atención de alguien, ya generamos ondas sonoras que forman parte de un registro auditivo.

Estamos parados en pleno centro de Barquisimeto, ha empezado el calor matutino y la gente se alborota alrededor de los comercios a la caza de productos. No se necesita un mayor esfuerzo para escuchar los gritos de muchos trabajadores informales que anuncian sus ofertas, mientras usan sus estrategias para convencer a los transeúntes. Las bocinas de los automóviles se agudizan en cada parada, en eso, los colectores se unen a esta “ensalada de sonidos”, los pasajeros comentan entre ellos, otros se quejan (de lo que sea), también suenan las cornetas de las tiendas de ropa con música populosa para acatar las miradas de los usuarios y aprovechan el descuido de aquellos peatones que no quieren gastar más de la cuenta con el propósito de persuadirlos con lo que ofrecen ese día. Por un micrófono, otros vendedores tratan de competir con sus rivales como si se tratase de una disputa entre locutores improvisados, las personas hablan más fuerte para poder comunicarse, el tráfico colapsa, la gente no para de hablar. Todo es ruido.

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Así es el día a día de una ciudad que trabaja mucho para poder llevar el pan a su mesa.

Está claro que existen mejores temporadas económicas que otras, entre ellas, diciembre: un mes con movimientos monetarios colosales (muchos los ven como la unión entre los famosos días comerciales, como San Valentín, Día de la Madre, del Niño…) y el afán por vender mucho más es imperativo. Todo esto puede registrarse en decibeles (dB), la expresión logarítmica que nos permite saber cuánto sonido hay a nuestro alrededor para evaluar cada escenario al que estamos expuestos y cómo influyen e influimos en ellos.

La frecuencia excesiva de ruido es un problema de salud pública, así lo afirma Luz Mariana Díaz, doctora en Ciencias Ambientales, pues considera que la contaminación acústica tiene un grave impacto tanto en la salud fisiológica como en la mental.

Desde el punto de vista fisiológico, las personas expuestas a altos niveles de presión sonora desarrollan hipoacusia (pérdida de audición), puesto que el oído es el sentido fonorreceptor más impactado por la presión sonora. Cabe destacar que todo el organismo es impactado por la presión sonora de diferentes maneras, por ejemplo: El corazón, en un ambiente propicio, debe registrar una actividad eléctrica normal, pero bajo los efectos de la presión sonora, se altera y produce -en muchos casos- taquicardias, producto del estrés. Desde el punto de vista de la actividad bioeléctrica cerebral, hay alteraciones en las ondas alfa y beta, esto trae trastornos de concentración, memoria e impide desarrollar ideas coherentes, además influye en los procesos de compresión lectora, pues tiene un impacto en el área cognitiva del ser humano. Díaz señala que cuando las personas están impactadas por este flagelo ambiental, los procesos digestivos -en relación con la sangre- también son afectados y esto produce un mayor reflujo gastroesofágico. En cuanto a la salud mental, el ruido produce mucho estrés y trae consigo todas sus manifestaciones: mareo, náuseas, dolores de cabeza, entre otros, que también tienen su impacto en la productividad del ser humano, que implica la parte económica (otro motivo para reforzar el estrés).

Hay que aclarar que ‘sonido’ no es lo mismo que ‘ruido’, ambos términos tienen semas distintos que los separan. El primero, sin hondar por su significado físico, hace alusión a un efecto auditivo armonioso, mientras que el segundo es discordante y desarticulado. En este sentido, el exceso de ruido depende del recinto y cuando es mayor a 65 decibeles ya podemos indicar que afecta a la salud.

En Venezuela, todas las grandes ciudades son altamente contaminadas desde el punto de vista acústico. Según investigaciones hechas por Díaz, en el caso de Barquisimeto, la carrera 19 es una de las vías con mayor registro de presión sonora, que supera los 95 decibeles. A esto se le suma las malas condiciones del transporte público, las bocinas de los automóviles, los motores, la venta ambulante de CD que ponen música con alto volumen y la falta de educación en esta área del saber.

En diciembre aumenta el ruido porque hay mayor cantidad de personas en las zonas comerciales que, de por sí, son generadoras de ruido. En la zona comprendida entre la carrera 19, calle 32 y la avenida Vargas,el valor mínimo son 62 dB A (la letra ‘A’ significa con qué cantidad son percibidos los sonidos por el oído) y el valor máximo son 104 dB A; en la 19 con 23 el valor máximo puede alcanzar los 123,1 dB A.

Además, los niveles de ruido superan el permitido para el exterior en áreas urbanas (55 dB A), es decir, no son áreas recomendadas para uso residencial, sin embargo, hay personas residenciadas en áreas adyacentes, también se encuentran comerciantes formales e informales y funcionan distintos poderes públicos.

En conclusión: El casco central está impactado por el ruido, comprobado por el sonómetro (medidor del ruido) y dosímetro (medidor de la relación dosis efectos en el organismo).
La ambientalista insta a las autoridades, universidades y ONG a indagar más sobre este tema y aportar soluciones, no obstante, admite que el área de la investigación es uno de los sectores más golpeados por la falta de presupuesto. Como especialista, señala que “es necesario desarrollar programas formativos e informativos sobre las consecuencias de llevar música con alto volumen, explotar fuegos artificiales (…) hay que profundizar más en la materia (…) En el área de jurisprudencia, se debe tomar el conocimiento científico, veraz y objetivo para el diseño de documentos legales que orienten, regulen y controlen dicho fenómeno, de manera que se alcancen los estatutos y las regulaciones aplicables, eficaces y muy justas, partiendo del criterio sinérgico e interdisciplinario entre legisladores, especialistas en ruidos y técnicos en esta área de saber”.

Por otra parte, el uso de los fuegos artificiales es sumamente dañino porque, además de causar molestia, pueden ocasionar traumas acústicos (un impacto sobre el oído), muchas veces con consecuencias permanentes.

Los animales versus la pirotecnia

Un tema que se ha debatido muchas veces ha sido el impacto de los juegos pirotécnicos sobre los animales.

Bernadette Anzola, veterinaria, explicó que cualquier estímulo con alto nivel sonoro que se le presente a un animal -sobre todo doméstico, porque son los que están sometidos a nuestro entorno- pueden producir un estrés en los animales.

El perro es uno de los más susceptibles, pues así como su olfato es más sensible al de los humanos, su oído detecta más los sonidos que hay en nuestro entorno (ruidos de la casa, tráfico…), por eso no tolera el ruido producido por los fuegos artificiales, los truenos, las construcciones, entre otros.

Así pues, hay perros más sensibles que otros porque no llegan a socializarse nunca con los ruidos, de hecho, hay líneas genéticas que los hacen más vulnerables a ciertas frecuencias de sonido y estos creen que son una amenazada a su integridad física. Muchas veces el humano refuerza esos miedos, porque no saben manejar a los perros en ese estado.

Cuando el canino sufre por los ruidos, las personas usualmente los cargan y acarician, sin saber que con esos gestos les refuerzan su temor. Por tal razón, Díaz recomienda que a los perros con estados fóbicos (miedo extremo) a los estímulos mencionados anteriormente, deben brindarles “una situación de escape al estímulo”, es decir, proporcionarle un espacio seguro, un lugar donde no haya vidrios, pueda acobijarse y -si es posible- aislarlo con el sonido del aire acondicionado.

Un consejo importante por parte de la especialista es evitar darles pastillas sedantes a los animales, porque estos medicamentos solo los adormecen (y por ende, inmovilizan), pero aun así sienten los ruidos. Recomienda, en casos especiales, acudir a fármacos que tenga ansiolíticos en dosis no sedantes, porque estos merman el grado de excitación en los perros. Aunque, cabe acotar, la recomendación más certera será acudir al veterinario.

Un ruido legal

La ambientalista Luz Mariana Díaz explicó que el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo y Agua es competencia, porque “la contaminación acústica es un problema ambiental, que también se convierte en un problema de salud pública”, aparte de la Fiscalía Ambiental, perteneciente al Ministerio público, que es el órgano que tiene la mayor responsabilidad con este tema.

“Sobre la base de la investigación científica, es necesario llenar esos vacíos legislativos en esa materia y, sobre todo, llevar adelante una gestión que vaya combatiendo este grave problema ambiental que está muy generalizado en las grandes ciudades latinoamericanas (…) Venezuela no se escapa de esa realidad (…) Es un problema que se ha tratado de manera muy somera, con muy poco compromiso, tanto por las autoridades competentes como de la ciudadanía”, concluyó Díaz.

Cabe destacar que un reportaje de EL IMPULSO, realizado en agosto de este año, se señaló que parte de las ordenanzas pendientes del Concejo Municipal de Iribarren incluía un debate sobre este tema (Proyecto de Ordenanza sobre Contaminación con Ruidos Molestos. Admitida. Sesión 12. 24/02/2015).

Por otra parte, el abogado Argenis Gómez explicó que no existen normas específicas en esta materia que apliquen en todo el territorio nacional, sino que es competencia de cada municipio y son las alcaldías quienes dan los permisos para realizar eventos particulares.

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