Cuando dos partes se sientan a negociar, como en el caso del Gobierno y la oposición, bajo la facilitación de cuatro exjefes de Estado designados por Unasur y además del llamado del Santo Padre, lo deben hacer con el propósito, por supuesto, de que el diálogo llegue a acuerdos.
Al analizar esta situación el doctor Rafael Simón Jiménez, ex vicepresidente de la Asamblea Nacional, comenta que siempre se ha hablado que dialogar por dialogar, como los otros intentos que se hicieron en el 2013 y 2014, o anteriormente, no puede ser simplemente para un intercambio interminable de posiciones que no arrojaron nada.
Las expectativas de los venezolanos están centradas en que de la mesa, en un plazo perentorio, puedan salir soluciones a los problemas más graves que padece la población y que cada vez se acentúan. Hay que establecer una cosa con claridad: la primera responsabilidad de que ese diálogo llegue a buen término la tiene el Gobierno.
Y es así porque son decisiones de Gobierno las que dependen que se avance en cada uno de los ejes temáticos que ahí se han definido. Por ejemplo, la apertura del canal humanitario depende de una decisión. De igual forma, la libertad de los presos políticos.
Del mismo tenor, el respeto a las instituciones y separación de poderes. Y lo más importante, quizá, el tema del desbloqueo de la vía electoral; es decir, de viabilizar los procesos electorales, incluyendo el del referendo revocatorio, porque el Gobierno tiene bajo su control al Poder Electoral.
Este es un diálogo que se da con las partes en posiciones asimétricas, subraya. No es lo mismo la responsabilidad de la oposición, que lo que tiene tras de sí es el apoyo mayoritario de la gente, constatado por todas las encuestas y sondeos de opinión, que del Gobierno, que tiene en sus manos las decisiones más importantes. De allí la preocupación de la comunidad internacional y de la propia expectativa de los venezolanos, quienes todos los días estamos en una situación de mayor calamidad económica y social, de que esto no se quede en un simple torneo de discursos, ni en un diálogo interminable al que no se le vea por decirlo en el lenguaje más criollo “el queso a la tostada”.
No puede haber soluciones mágicas, advierte. No se puede negociar de antemano poniendo plazos para levantarse de la mesa. “Si esto no se cumple en 10 días, no sigo hablando”, no puede ser la amenaza. Porque los problemas que se han acumulado en Venezuela son muy complejos y muy difíciles de resolver. Sería utópico e irrealista pensar que en 10, 15 o 20 días vamos a resolver tantos problemas que se han venido acumulando en el curso de los últimos años en Venezuela.
El Gobierno está obligado a dar testimonio claro de que tiene el propósito de llegar a esos acuerdos y adelantar esas soluciones. ¿Cómo lo debe hacer? cumpliendo con acuerdos que se van tomando parcialmente. Por ejemplo, la libertad de los presos políticos ya debería haberse concretado. Porque se había ofrecido que iban a salir de prisión un número muy grande. En una democracia no debe haber presos políticos.