¿Diálogo o negociación? Dos palabras que exacerban sentimientos

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Por allí se ha dicho en múltiples ocasiones que las palabras no son neutras. Que por el contrario, están cargadas de sesgo ideológico para instrumentar u operacionalizar la argumentación lógica de quien está en el poder. Nunca antes habíamos tenido un ejemplo tan claro de ello como en la Venezuela actual. Para miles de venezolanos la palabra “diálogo” significa alargamiento, ganar tiempo, manipulación, correr la arruga, salvación del gobierno, entreguismo, entre otras acepciones que desatan pasiones inusitadas. Es una palabra prácticamente asociada al gobierno nacional y más específicamente, al presidente Nicolás Maduro Moros. “Negociación” no se queda muy atrás. Ha sido asociada al célebre “Pacto de Punto Fijo”, a la traición al pueblo, al acuerdo entre cúpulas podridas; al dejar de lado los supremos intereses de la gente para asumir los propios; entre muchísimos argumentos más. Como vemos, son dos palabras que al pronunciarse y relacionarse con el momento-político del país causan la exacerbación de sentimientos encontrados en lugar de coincidencias y concertaciones para avanzar.

Es importante destacar que frente a esta marejada de sentimientos que afloran frente al proceso de mediación que ha iniciado formalmente en Caracas, existe un país que está mucho más unido de lo que aparenta. Quiero traer a colación un estudio de opinión pública realizado por la empresa Datincorp a mediados de este 2016 donde se comparan algunos criterios de pensamiento entre grupos de autodenominación chavista y opositora. Los resultados son extremadamente ¡sorprendentes! En sus visiones sobre cómo debería estar organizado el Estado en cuanto a las  políticas públicas y el modelo económico, las coincidencias superan en algunos casos el noventa por ciento. Increíble pero absolutamente cierto. Chavistas y opositores tienen muchísimos más temas en los que están de acuerdo que en los que se diferencian. Esta nueva realidad ha promovido una Venezuela despolarizada diferente a lo que ha sido en los últimos años. Hoy día tenemos una especie de “polo único” agrupado alrededor del ochenta por ciento soportado sobre el descontento y el cuestionamiento creciente a la forma en cómo se ha administrado el Gobierno y las consecuencias de las políticas económicas implementadas.

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En suma, cómo podemos calificar entonces a la mediación que se está llevando a cabo en el país que aún no se está haciendo con criterios unificados debido a las diferencias que existen  en el seno de la oposición y del chavismo. A mi juicio, debería ser negociación. Es un proceso que implica dialogar mucho, sí, pero también y de manera inmediata, debe ir produciendo resultados concretos. Es decir, gestos de buena voluntad que ahuyenten los temores de miles de venezolanos que piensan que estas conversaciones son una perdedera de tiempo. Es importante que todas esas coincidencias que tienen los venezolanos y el ambiente de despolarización sea aprovechado al máximo para recuperar la esperanza y el rumbo de una nación devastada por la severa crisis que atraviesa.

Hay que resignificar el diálogo y la negociación. Operativamente los necesitamos a ambos. En Venezuela se requiere dialogar mucho pero con resultados concretos. Tenemos que devolver la soberanía al pueblo para que sea éste quien decida en términos electorales la mejor fórmula para abordar integralmente el estado de la economía. Más allá de los cuestionamientos ideológicos y políticos a las palabras “diálogo” y “negociación” es necesario desmontar lo que queda de polarización en el ámbito del liderazgo político venezolano. Esta polarización que se manifiesta con una exacerbación creciente de los calificativos que se endilgan tirios y troyanos cada vez que se refieren al adversario, debe interpretar  la tendencia actual  que es una Venezuela despolarizada y concentrada en los embates que recibe a diario en su cotidianidad. Un país desgastado y “unipolarizado” que no soportaría una nueva burla a sus expectativas. La sociedad venezolana, en las últimas mediciones de opinión pública, le está apostando fuerte a la negociación política. No hay margen para una nueva decepción, en ello, los actores políticos tienen que actuar con enorme responsabilidad. Quien pretenda sacar partido privado a la actual situación no está haciendo cálculo político sino jugando con fuego. La mejor forma de llevar a cabo un proceso de esta naturaleza es unificando las vocerías de lado y lado para que se minimice el ruido comunicacional insano e innecesario en esta hora de decisiones trascendentales.

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